O los libros de lo inevitable

Monday, July 21, 2008

80. Otro número par.

Días en los que no hay palabras, ni múmeros, ni tiempo, sólo una sombra cayendo sobre la cabeza. Haciendo más pesado el compás del cansancio.

Vuelvo al día 80 a contar cómo nació Emiliano, sí, por Zapata. Anunciado entre cuetes de madrugada, como el día de San Juan. Presente en los sueños de nuestra familia. Más que simbólico Emiliano. No sé qué tendrá el futuro incierto para él. Me gustaría ser hada o diosa y convocar por lo dones. Yo le daría el de la felicidad por sobre todas las cosas. ¡Qué bienvenida Emiliano! ¡Qué manera de llegar al mundo intoxicado por tanto químico para salvar a tu madre, para salvarte a ti. Pienso en los segundos que son determinantes, pienso en la percepción del tiempo, en las posiblidades miles y fatales. Pero luego, te veo... y parece que el universo se acomoda de alguna manera, como si el ángulo fuera más obtuso, más limpio, más perfecto.

Nació contigo la bienaventura del día 15 o los quince días que sobran o faltan para que de una vez por todas la prefiguración de la muerte parezca una leyenda de instructivo, una oportunidad de mecernos en sus redes sin olvidar comulgar con todo lo que es dado.


¡Bienvenido, pequeño! ¡Bienvenido a esto que es la vida!


¡Ya soy tía! La tía que le leerá poesías lindas para niños a un pequeño que poco a poco se corromperá en el mundo de la belleza aparente y el arte de las insuficiencias.

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