SEÑAL NOCTURNA
Un olor de criaturas que en la noche no conocen el sueño,
que sólo detentan tu amor entre sus garras, con los ojos
abiertos a la medida de su hambre
y a la medida de su sueño.
Un vaho de seres en cuyas húmedas fauces tal vez que se queja
la Razón,
la reina anciana en su lecho silvestre.
Un sitio para la gran deuda de Dios, para el sonido del alma
en los huesos,
un sitio para la invención de la Tierra,
un rincón donde el rumor de las propias palabras es tal vez la
sombra
del viento en nuestras bocas.
Cosas abandonadas en algún sitio de lo que esperábamos decir,
el hueso de la Inteligencia roído una y mil veces
entre declaraciones de triunfo y heridas de paz.
[...]
Nos espera ese sitio, esa habitación,
esa melancólica infamia con que un día nos miraremos en los espejos,
esa sagacidad con que un día probaremos nuestros retratos.
Nos espera ese largo entendimiento del verano con los insectos,
esa larga mirada que cruzan entre sí el otoño y los muertos.
Nos espera la risa de los astros en los estanques negros.
JOSÉ CARLOS BECERRA
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