O los libros de lo inevitable

Tuesday, August 05, 2008

95. El juego inventa el juego

¿No será mal negocio este que somos
de besos y de piernas y de pieles?
A diario hacemos cuentas y balances,
a diario negociamos
con nuestros cuerpos y con nuestras almas.
Inútilmente a ciegas, sordos.
Inútilmente. Inútil.
Los dos robamos.
Ambos somos venales.
Nos vigilamos, nos enternecemos.


Yo acaricio el talón de esta mujer,
muy suavemente-con la yema de la yema de los dedos-
buscando el punto débil,
el talón del talón
el atajo más corto
el inhollado centro de su vida.
Inútilmente. Inútil.


Y ella me toca a mí y me mira
completo, con sus manos omnimodas.
Busca un hueco en el torso, una fisura
para hundir el brazo
tras tesoros supuestos.
Inútilmente. Inútil.


Tal vez, acaso, a lo mejor, quizá, en el fondo,
dicho de algún modo, en cierta forma entonces,
no lo sé, es posible;
no nos hemos tocado,
ni nos conocemos
ni hemos estado aquí,
ni importa a nadie lo que nos suceda;
y no somos humanos
ni hemos sentido dentro cosa alguna
-murallones calizos y abstrusos de la costa
que se miran sin ojos y sin verse-
ni somos nadie
ni existimos
ni nada.



Eduardo Lizalde, en La zorra enferma

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