No me sueltes los ojos astillados,
se me dispersarían sin la cárcel
de hallar tu mano al rehuir tu frente,
dispersos en la prisa de salvarme.
Embelesado el pulso, como noche
feliz cuyos minutos no contamos,
que es noche nada más, amor dormido,
dolor bisiesto emparedado en años.
Cante el pez sitibundo, preso en redes
de algas en tus cabellos serpentinos,
pero su voz se hiele en tu garganta
y no rompa mi muerte con su grito.
Déjame así, de estatua de mí mismo,
la cabeza que no corté, en la mano,
la espada sin honor, perdido todo
lo que gané, menos el gesto huraño.
Gilberto Owen, Poesía y Prosa en el mismo viaje. CONACULTA.
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LOS OJOS DE UNA MUERTA QUE NINGUNA MANO CERRÓ CON AMOR.
El Madrigal por Medusa de Gilberto Owen.
Por: Alfredo Rosas Martínez.
El madrigal es por Medusa, enemiga de Atenea. Sí, por Medusa; ese ser mitológico que por cabellos tiene una maraña de serpientes; y por rostro, una mueca que nadie ha podido describir, aun cuando en ocasiones sean mencionados algunos rasgos: los colmillos de jabalí asomando por los labios; los ojos desorbitadamente abiertos y de mirada fulminante; la frente con cuernos; la boca abierta en rictus que ocupa todo el ancho de la cara; la lengua como de serpiente; el mentón peludo o barbado y las arrugas que pueblan toda la superficie de la cara. Según la versión más conocida del mito, quien mira dicho rostro de frente, queda petrificado, incapaz de expresar lo que ha contemplado. Ver tal rostro supone ya no ver más; no hablar; morir. El rostro de la Medusa está prohibido a los hombres comunes y a los héroes.
No obstante, todo prohibición, al parecer, aunque perteneza al mundo del mito, ha sido establecida para transgredirse.
¡Ese hombre es un cabrón!.
Para seguir leyendo (lo cual es sumamente recomendable, ya que es uno de los mejores ensayos sobre la poesía de Owen) por favor, dé clic aquí:
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