O los libros de lo inevitable

Friday, December 30, 2005

Imbunches

El obsceno pájaro de la noche de José Donoso es un homenaje al solipsismo, nada tribal existe entre sus páginas, las palabras generan un ritmo de conciencia y pesadilla; la noción de lo absoluto se está encerrada en todos y en el lector mismo. Donoso no otorga ningún momento de escape, desde se toma al libro entre las manos, se encontrará sumergido totalmente, será incapaz de salir del sueño malsano que se le ofrece. Los apuntes a la obra de Donoso han sido múltiples y paúpérrimos, no sé por qué está tan olvidado este buen escritor contemporáneo del llamado BOOM latinoamericano, yo creo que no le pide nada a Vargas Llosa, por ejemplo (yiac) incluso podría equiparar su sordidez con la desesperación Onettista (aunque tampoco muchos lectores aman a Onetti) en fin que como no amar a Onetti o a Donoso si uno ha leído ya a Faulkner. Y aunque no se haya topado por casualidad con Faulkner, usted, lector de estas líneas, puede compartir un poco del monstruoso universo Donosiano. Baste para ello encontrar la bonita edición de Taratura y Naturaleza Muerta con Cachimba ( que estaba de remate en Gandhi, por cierto) o la ya casi inconseguible de Seix Barral: El obsceno pájaro de la noche, para que su incredulidad sea saciada.

Este libro no sólo representa la expiación de múltiples personajes, sino que el que narra es característicamente "mudo". Dicen los Hemeneutas (en reseña patito) que para consolidarse como sujetos uno debe ser capaz de decir SOY ( o como Rimbaud: el yo es otro). El lenguaje es aquella red intrincada que nos permite estructurar nuestra realidad como sujetos. Extraño resulta dentro de la narración que Humberto Peñaloza ( el narrador) sea mudo y además sea capaz de mimetizarse con muchos personajes. Nulificación y confusión de la identidad
, circos, monstruos, gigantes ( no en el sentido tradicional), sexos mermados, ambientes ruines, locura y muchas más cosas podrá usted encontrar en esta excelente novelita. Les transcribo algo, nomás para que se animen:

Mi espacio se va reduciendo con los remiendos de la de la vieja que ha estado cosiendo par que yo no salga, es una vieja la que cose, sentí la vejez de sus dedos manejando los sacos mientras cosía , yo rajo y muerdo, de nuevo cose y cose para reducir mi espacio, las manos dan vuelta al atado por si hubiera una rotura que se escapó a sus ojos legañosos y la encuentra y la remienda cuidadosamente como si tratara de bordar iniciales sobre la batista más fina, no de coser arpillera. No quedan orificios: el paquete es pequeño y perfecto. Guarda su aguja. de otro rincón de la capilla arrastra otro saco y echa adentro el nuevo envoltorio, junto con otro paquete de azúcar, varios pares de medias de lana, muchos papeles, yerba, trapos, basura. Con un gran esfuerzo se echa el saco al hombro. Sale de la capilla deambulando por el desierto de los infinitos pasillos simulados...

Posteriormente, la vieja está sentada debajo del puente, frente a una llama difícil de avivar, después de meter las manos a sus bolsos y sacar astillas e hilos, decide vaciar el contenido del costal que lleva al hombro:

La vieja se pone de pie, agarra el saco, y abriéndolo lo sacude sobre el fuego, lo vacía en las llamas: astillas, cartones, medias, trapos, diario, papeles, mugre, qué importa lo quesea con tal de que la llama se avive un poco para no sentir frío, qué importa el olor a chamusquina , a trapos quemándose dificultosamente, a papeles. El viento dispersa el humo y los olores y la vieja se acurruca sobre las piedras para dormir. El fuego arde un rato junto a la figura abandonada, como otro paquete más de harapos, luego comienza a apagarse, el resocldo a atenuarse y se agota cubriéndose de ceniza muy liviana que el viento dispersa. En unos cuantos minutos no queda nada debajo del puente. Sólo una mancha negra que el fuego dejó en las piedras y un taro negruzco con asa de alambres. El viento lo vuelca, rueda por las piedras y cae al río.

Por cierto que el imbunche tradicional representa a un personaje contrahecho, pero de alguna extraña manera (una de esas que no sabe si las inventó o las leyó) me queda el concepto de que el imbunche es un ser cuyos agujeros corporales (9 o 10, según el sexo) son cosidos por brujas. A ver si ustedes encuentran otra definición.


Monday, December 26, 2005

Caro papà

Estas fechas definitivamente me colocan fuera del mundo. La gente se instala en una especie de subrepticia movilidad, indiferentes ante muchas cosas (más indiferentes).

He recibido, tal vez, una lección de vida (otra) en menos de un mes. Me doy cuenta de que mi infancia no está tan lejana como pensaba. Casi por regla lloro ante dos cosas, aunque los que realmente me conocen saben que lloro frecuentemente. Lloro ante las cosas hermosas más que ante las terribles. Las dolorosas no las menciono, todos lo hacen. Mi padre no sólo puede ser un muy buen escultor cuando se lo propone; un gurú de la economía cuando no le da güeva; un pintor medianamente disciplinado cuando quiere; un trotamundos incivilizado que deja a su familia unos 10 años; una malísima persona cuando nota que está inserto en una sociedad; también puede ser un alguien que puede hacerme llorar escuchando como hace de la guitarra un deleite. Escucharlo tocar el romance anónimo español me ha hecho llorar de nuevo frente a algo hermoso. Mi padre conjunta los dos aspectos que fulminan la presa de mi llanto: la belleza y lo terrible. Mi primer recuerdo de él es en la punta de las escaleras de la casa de mi abuela buscándonos, a mi madre y a mí, nos gritaba desesperado, era el temblor del 85. Después lo recuerdo leyéndome los zapaticos de Rosa de José Martí. Y después muchos otros, dispersos y crueles.

Este 24 por la noche me acordé entre las notas de la guitarra que la primera vez que le di a leer un libro en el cual aparecía uno de mis textos me dijo que mi compromiso debería estar con la sociedad, que para eso iba a la universidad, que no había dejado medicina para dedicarme a pensar en mí. Y me dio a leer los intelectuales orgánicos de Gramsci. Obviamente en esos momentos me preocupaba el mundo y su opinión, ahora ya no, aunque le recomendé un libro de Kenzaburo Oé (que desde mi punto de vista es muy bueno) porque parodia el infierno de una manera muy tranquila y común. Pero lo único que me dijo fue: Este tipo sólo se ocupa de sí mismo, no aporta nada a nadie, no habla del mundo, no habla de su tiempo ni de su sociedad, vive en un universo limitado por sus propias tendencias (¡zaz!) ¿Y tú no? -le dije- Y como era de esperarse ( como siempre) me llevó la contraria. -Yo no, porque puedo leer de todos los que escriben algo enriquecedor. A ver dime ¿Tú por qué escribes palabras que no se entienden fácil? - Pues porque busco el adjetivo preciso para expresar lo que necesito. -No, deberías escribir para que todo el mundo lo entendiera.

Bueno, fue una larga charla y terminamos discutiendo (como siempre) Y ni siquiera sé si en verdad vale la pena que alguien lea esto, o vale la pena tener un blog en donde no se hable más que de mí. Ya no sé, incluso, si vale la pena seguir escribiendo lo que escribo. Me importa nada lo que piense la sociedad de lo que hago, eso me tenía en una grave recesión de letras. No quiero, y tal vez, no puedo, volver a publicar algo en vida, pero este espacio se ha convertido en una empresa fascinante en donde me puedo dar el lujo de escribir muy mal y no habrá alguien que me diga ¡qué chido! o ¡qué malo! ni siquiera ¡qué interesante! No sé para qué (como siempre) pero es una cuestión hedonista, de nuevo. Bien podría sólo guardarlo en un archivo y no mostrarlo, pero dejemos que a estas palabras también, se las lleve el infinito de la red, que se larguen porque duelen.

Hablé de mi padre porque realmente es uno de los seres que más me lastiman en el mundo, es como una Madame Bovary perversa y violenta, es el caro papa de Alesi, es muchas cosas que no podré definir, porque en el curso, y sin quererlo, me definirían. Me agobia pensar en su muerte inútil y su talento desperdiciado en prejuicios, pero no haré nada.

Me ha enseñado un libro que está escribiendo, es una aproximación a la literaturización de su experiencia de vida, pero tiene ese toque delicioso de los que apenas han tocado a la literatura, sin prejuicios, sin rebusques y con mucha imaginación. Sorprendente que una persona de mi edad que no estudia letras haga lo mismo y también se niegue lo que hace, en fin que mis palabras ya no sirven para convencer a nadie.

Va para ti Carlos, como homenaje a lo que eres y queda lejos, como los otros. ¿Sabes por qué deje de creer en Dios? porque le pedía que murieras. Ahora, a 13 años de distancia, entiendo por qué no lo hiciste.

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que yo veía que veías que tus miradas ya no eran hermosas-fuertes.- orgullosas, fieras respetadas y temidas por los demás.

que yo veía que veías alejarse a mi madre, que yo veía que veías el inicio de un normal dramático desmoronamiento.

que yo veía que veías los litros de vino y las botellas de coñac aumentando considerablemente.

que tenía 15 años y medio viendo que veías que yo escapaba de casa, que mi madre escapaba de casa.

que tú querías representar al Duro

que no tuviste a ninguno

Que te quedaste solo en una cosa con dos cuartos más servicios.

que los litros de vino y las botellas de coñac siguieron aumentando

que un día, que el día, en el cual viniste a sacarme de los separos secretos de Milán, vi que te vacías solo. que tú querías a tu mujer o a tu hijo o a los dos en aquellos cuartos más servicios. que he visto que veías que estabas dispuesto a todo con tal de recuperarnos.

que he visto que has visto tu mano tendida en señal de paz, de armisticio.

que he visto que has visto sobre tu mano un esputo.

que he visto que has visto tus ojos lagrimeando soledad incrustada de sangre masoquista, punitiva.

que he visto que has visto el deseo de querer castigar tu vida.

que supe que sabías que tu hijo era un drogadicto, que tu mujer esperaba un hijo de otro hombre (hijo que a ti no te quiso dar)

que ahora ves que veo que el primero eres tú. que juegas baraja con el descarte, haciéndote el descartado.

Pero jugando, igualmente. que ahora ves que veo que te adoro, que te amo desde lo más profundo del ser.

que ahora ves que yo veo que mi madre se lamenta. ALESI FELICE PADRE DE ALESI EROS

que ves que yo veo que he huido una vez más hacia la soledad.

que tú ves que yo veo sólo una gran, grandísima negrura, la misma negrura que yo veía que tú veías.

que seguirás mirando lo que veo.

Mamá Morfina. Eros Alesi

Tuesday, December 20, 2005

Descargó entonces dos golpes fuertes en el cuello de Holofernes, y le cortó la cabeza.


Definitivamente existen ciclos que vuelven a mí. Ayer fui a ver King Kong y me pareció absurdamente ridícula. De no ser por Adrien Brody (recordé por qué estoy tan fascinda por su rostro 'qué cosas hace Dios, ¡caray!') y Naomi Watts, pues la película, de no haber sido por ellos, en realidad no hubiera valido la pena en absoluto. Pero ello me hizo pensar en una frase repetida por mi maestro de latín de primer año de la carrera: "las mujeres tienen y han tenido la culpa de todo. ¿qué me dicen de Helena de troya, de la mujer de Telémaco? ". Y creo que tiene toda la razón, la calidad femenina ha venido a formar parte de cierto modus vivendi que se exige la perfección por sobre todas las cosas , pero no en sí la eliminación del otro por intereses que la erijan como verdadera.
De ellas podríamos decir muchas cosas tanto como mito, como símbolo o como estandarte, pero nos limitaremos a mencionarlas, como homenje. Hablemos en primer lugar de las diosas hindúes: Kahli o Darga, no daban tregua a los que quisieran ofenderlas; la primera los laceraba hasta lograr que sus miembros colgaran de sus vestiduras, era una justiciera inequiparable con las amazonas o las ninfas griegas. Helena de Troya nunca concibio lo maquiavélico implícito en sus acciones, pero Kalhi, sí. Por eso me maravillan los hindúes, sus dioses no pretenden lograr el absoluto de la beatitud, como los occidentales, ni se volvían santas o diosas porque les cortaran los senos (ahí está Santa Águeda de la religión cristiana) sino que por mostrar sus senos reinaban en absoluta tranquilidad sobre los irreverentes mortales. Darga, por su parte, equilibraba la noción de lo impuro con la satisfacción otorgada a un pueblo, no suprimía las nociones de lo verdadero (un ser sexual y autónomo) para conceder lo posible, simplemente reinaba sobre las desviaciones concupiscentes y unificó una nación.
Dentro de la religión cristiana (bueno, judeo cristiana) está Judith, mujer cuyo propósito era salvar al pueblo israelí de la invasión asiria y por ello le cercena la testa a una general imponderablemente chingón. Y Dios la perdona!!!, bueno por supuesto que hablamos de diferentes contextos, pero ¿qué me dicen de Salomé? el ícono de la mujer fatal para los sobrevivientes del XIX, ésta mujer sí que se pasó de la raya, incluso así, me gusta más la versión Bíblica que la de Wilde; Wilde era tan romántico que no pudo dejar de pensar que ella era de una belleza inagotable, pero la verdad, en la biblia ni siquiera mencionan su nombre, sólo se llama Herodías, como una prolongación de su madre, y ciertamente logra que Juan el Bautista la bese y nomás ¡porque le dio la gana!. Y ya que estamos en esto, ¿por qué dejar atrás a Lilit, la primera mujer de Adán? aquella maldita insulsa de los judíos que fornicó con los demonios del exilio para dar a luz a cualquier cantidad de seres intangibles, aquella mujer que no se sometió a una cogida de "misionero" (¿por qué se llama así esa posición creen que es una acto de fe cogerse a una mujer?, no cabe duda que el cristianismo nos alcanza) sino que quiso llevar las riendas del juego para obtener placer.
Y pues, en definitiva existen muchas otras que ahora no recuerdo pero que simplemente partieron la historia por su belleza y buenas artes. Aunque algunas, como Lucrecia Borgia o Juana de Arco, la partieron más por su tezón que por la belleza implícita en sus cuerpos.
En fin que después de ver King Kong me vuelve a la cabeza esa idea de mujer omnipotente, válida únicamente por su ser amado y no por lo que representa en totalidad. No es un discurso amargo, simplemente destituyo las impresiones de una maja desnuda, una maja vestida, una Virginia Woolf destituida, una Emily Dickinson soslayada y una Naomi Watts que pretende amar a un simio (complejo de ecologista mediante) cuyo única virtud es portegerla. Irónicamente, lo último no tiene nada que ver con la mujer fatal que se traga a los hombres y los destruye, simplemente contrasto nociones. Para los hititas las mujeres poseían cualidades específicas por el simple hecho de la reproducción; para los griegos, las mujeres no eran digans de recibir el semen pero sí de luchas encarnizadas para recuperarlas, y ni siquiera para recuperarlas sino para despedazar al infame que se atrevía a retarlos; para los medievales el amor cortés era la panacea de las relaciones humanas, las mujeres eran o inalcanzables o nada; para los románticos, las mujeres eran frágiles y moribundas, tiernas, incapaces de describir algo porque ellas eran las que necesitaban ser descritas y no al contrario; y para los hombres posmo, o modernos, las feminas sólo valen en cuanto su belleza y agraciada faz que represente una estirpe de cosas singulares indefinibles ante la luz de los ocasos, no importa si esto se resume a unos ojos claros o una piel tersa, serán y por siempre, formas de asombro que no podrán dejar de ser consideradas. Las mujeres fatales se ha convertido en seres anorexicos que cantan estribillos banales.
Y bueno, todo el choro para decir que su deber como ciudadanos es ir a ver la exposición de Francisco de Goya, ahora en el MUNAL. Hoy he ido con mucho gusto y me encuentro con que la exposición está llena. Eso me regocija porque Goya merece ser visto, pero ¡por qué puta madre se les ocurre ir el día que voy yo?

Monday, December 19, 2005

Madame Edwarda VIII

XXVI
Permanecimos largo rato en silencio. Madame Edwarda, el chofer y yo, inmóviles en nuestros lugares, como si el taxi estuviera en marcha.
Edwarda dijo al fin:
-¡Que vaya al mercado de Les Halles! Así lo dije al chofer, y se puso en marcha.
Nos llevó por calles sombrías. Calmadamente, Edwarda desató las cintas de su dominó que cayó al piso; ya no tenía el antifaz, se quitó la chaquetilla y dijo como para sí en voz baja:
-Desnuda como una bestia.
Hizo parar el coche golpendo la ventanilla, y bajó. Se acercó al chofer hasta tocarlo y le dijo:
-Mira...estoy en cueros... ven.
El chofer inmóvil, miró a la bestia: ella, alejándose un poco, levantó la pierna mostrándole la vulva. Sin decir una sola palabra y sin prisa, el hombre bajó de su asiento. Era fuerte y tosco. Edwarda lo abrazó, lo besó en la boca al tiempo que le hurgaba en la bragueta. Le hizo caer el pantalón diciéndole:
-Ven adentro del coche.
XXVII
El chofer se sentó junto a mí. Ella lo siguió. y montándose sobre él, deslizó con su mano al chofer dentro de ella. Yo permanecía inerte, mirando; ella se movía con una lentitud solapada de la que, visiblemente, obtenía una placer agudísimo. El otro respondía y se entregaba brutalmente con todo su cuerpo. Nacido de la intimidad puesta al desnudo de estos dos seres, el abrazo llegaba poco a poco al punto de exceso en que el corazón desfallece. El chofer yacía jadeante. Encendí la lamparilla interior. Edwarda seguía a horcajadas sobre el obrero, con la cabeza echada hacia atrás, hacía ondear su cabellera. Sosteniéndola por la nuca, pude ver sus ojos en blanco. Se apoyaba sobre la mano que la retenía y la tensión aumentaba su jadeo. Sus ojos se compusieron, y durante un momento pareció apaciguarse. Me vio; en ese momento supe que su mirada volvía del imposible y vi en su fondo, una fijeza vertiginosa. La crecida que la inundaba en sus raíces brotó en las lágrimas que manaban de sus ojos. El amor estaba muerto en esos ojos; emanaba de ellos un frío de aurora, una transparecia en la que yo leía la muerte. Y todo estaba contenido dentro de esta mirada de sueño: los cuerpos desnudos, los dedos que abrían la carne, mi angustia y el recuerdo de la baba en los labios, no había nada que no contribuyera a este deslizamiento ciego hacia la muerte.
XXVIII
Los últimos estremecimientos hicieron presa de ella lentamente; lugo su cuerpo que aún espumaba, se distendió: el chofer yacía exhausto en el fondo del taxi, después del amor. Yo no había dejado de sostener a Edwarda por la nuca: el nudo se desató; la ayudé a recostarse, enjugándole el sudor. Con los ojos apagados, ella se dejaba hacer. Yo había apagado la luz; se adromeció como un niño. El mismo sueño nos invadió. a Edwarda, al chofer y a mí.
XXIX
(¿Continuar? Yo lo hubiera querido, pero me importa un bledo. Eso no es lo que me interesa. Digo lo que me oprime en el momento de escribir: ¿es todo esto absurdo? ¿o tiene algún sentido? Me enfermo de pensar en ello. Me despierto por las mañanas igua lque millones de muchachas y muchachos, de bebés y de ancianos - sueños para siempre disipados... ¿Tendría algún sentido el despertar de tantos millones de seres y de mí mismo? ¿Un sentido oculto? Evidentemente oculto. Pero si nada tiene sentido, entonces ¿Para qué? Retrocederé ayudándome de supercherías. Debería desentenderme y abocarme al sinsentido: para mí no queda sino el verdugo que me tortura y me mata: ni la sombra de una esperanza. Pero ¿si hay un sinsentido? Hoy lo ignoro. ¿Mañana? ¿Qué sé yo? No puedo concebir ningún sentido que no sea "mi" suplicio; eso ya lo sé. Y por el momento: sin-sentido. El señor Sin- sentido escribe: sabe que está loco; es terrible. Pero su locura, ese sin-sentido -¡cómo se ha vuelto "serio" de pronto!- ¿no sería acaso, justamente, "el sentido"? (No, Hegel no tiene nada que ver con la apoteosis de una loca...) Mi vida no tiene sentido más que a condición de que yo mismo no lo tenga; que esté loco: entiéndalo quien pueda, entiéndalo quien muera... así pues el ser está ahí, sin saber por qué, temblando de frío... la inmensidady la noche lo envuelven y, con toda intención, esta allí para... "no saber". ¿Pero DIOS? ¿Qué quieren que diga señores cultos, señores refinados, señores creyentes?- ¡Al menos Dios lo sabría?
DIOS si lo supiera, sería un puerco* ¡Señor (en mi desamparo "invoco a mi corazón") líbrame, ciégalos! El relato ¿ lo continuaré?).
*He dicho "Dios si lo supiera", sería un puerco. Quien (lo imagino sucio y desgreñado) capatara esta idea hasta su fondo ¿qué tendría de humano? más y más allá de todo... EL MISMO, en éxtasis sobre el vacío...¿pero ahora? TIEMBLO.
XXX
He terminado.
Del sueño que nos dejó algún tiempo dormidos en el interior del taxi, fui el primero en despertar, enfermo... El resto es ironía, larga espera de la muerte...
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Hasta aquí el librito.

Friday, December 16, 2005

Madame Edwarda VI

XXI
(Me explico: es vano tratar de hacer ironía cuando digo de Madame Edwarda que ella es DIOS. Pero el que DIOS sea una prostituta de burdel y una loca, no tiene sentido racional . En rigor, me alegra que mi tristeza le provoque risa : sólo me comprenderá aquel cuyo corazón esté herido de una llaga incurable tal que nadie jamás querría sanar de ella... ¿Y qué hombre herido aceptaría "morir" de una herida que no fuera como esa?)
XXII
La conciencia de lo irremediable cuando, como en aquella noche estaba arrodillado junto a Edwarda , no era ni menos clara ni menos escalofriante que en el momento en que escribo. Su dolor estaba en mí como la verdad de una flecha: sabemos que entra en le corazón, pero con la muerte; en espera de la nada lo que subsite tiene el sentido de las escorias con las que mi vida se empeña en vano. Ante un silencio tan negro, hubo en mi deseperación un salto; las contorsiones de Edwarda me arrancaban de mí mismo y me arrojaban despiadadamente hacia un más allá negro como se entrega el condenado al verdugo.
XXIII
Aquel que está destinado al suplicio, cuando, después de la interminable espera, llega un pleno día al lugar en que se cumplirá el horror, observa los preparativos; el corazón le palpita agitado: en su estrecho horizonte cada objeto, cada rostro reviste un sentido abrumador y contribuye a apretar el tórculo del que ya no se puede escapar. Cuando vi a Madame Edwarda retorciéndose en el suelo , entré en un estado de absorción similar, pero en el cambio que se produjo en mí ya no me contenía: el horizonte ante el que me ponía el sufrimiento era fugaz como el objeto de una angustia; desgarrado y descompuesto, experimentaba una sensación de poderío, a condición de que, volviéndome malvado, me odiara a mí mismo. El deslizamiento vertiginoso por el que me extraviaba había abierto en mí una zona de indiferencia; no se trataba ya de una preocupación o de un deseo: el éxtasis de la fiebre nacía, en este punto , de la entera imposibilidad de detenerse.
XXIV
(Si debo aquí descubrirme, resulta decepcionante jugar con las palabras y tomar prestada su lentitud a las frases. Si nadie reduce a su desnudez lo que yo digo, suprimiendo la vestidura y la forma, estoy escribienso en vano. (Asimismo, ya lo sé, mi esfuerzo es deseperado: el relámpago que me deslumbra -y me aniquila- no habrá sin duda cegado más que mis ojos). Sin embargo, Madame Edwarda no es el fantasma de un sueño: el sudor de su cuerpo ha empapado mi pañuelo: a mi vez quisiera conducir a los demás al punto hata donde he sido llevado por ella. Este libro tiene su secreto; pero debo callarlo: está más allá de todas las palabras).
XXV
Al fin, pasó la crisis. Durante un rato todavía, las convulsiones continuaron, pero con menos furia. recobró el aliento, sus rasgos se suavizaron y dejaron de ser horribles. Extenuado, me recosté junto a ella sobre el pavimento durante unos instantes. La cobijé con mi roja (sic). No pesaba mucho y decidí llevarla cargando; la estación de taxis no estaba lejos. iba inerte en mis brazos. El trayecto fue largo; tuve que detenerme tres veces. Mientras tanto, ella volvió en sí y cuando llegamos quiso permanecer de pie: dio un paso vacilante. La sostuve y ayudada por mí subió al coche.
Dijo débilmente:
-...Todavía no... que espere...
Le dije al chofer que no arrancara. Exhausto, subí al taxi y me dejé caer junto a Edwarda.

Wednesday, December 14, 2005

Madame Edwarda V

XVII
Se deslizó, muda, retrocediendo hacia la columna de la izquierda. Yo estaba a dos pasos de la puerta monumental. Cuando penetré bajo el arco de piedra, la túnica desapareció si hacer ruido. Escuchaba conteniendo la respiración. Me sorpendía entenderlo todo: supe, cuando ella echó a correr, que forzosamente debía correr, precipitarse hacia la puerta; cuando se detuvo estaba suspendida en una especie de ausencia, más allá de todas las risas posibles. Ya no la veía: una oscuridad de muerte descendía de las bóvedas. Sin haber pensado en ello un solo instante, "sabía" que comenzaba la agonía . Aceptaba; deseaba sufrir, ir más lejos, ir, auqnue para ello tuviera que morir, hasta el vacío mismo. Conocía, quería conocer, ávido de su secreto, sin dudar un solo instante de que en ella reinaba la muerte.
XVIII
Gimiendo bajo la bóveda, yo estaba aterrorizado, reía:
-El único de los hombres que ha traspuesto la nada de este arco...
Me hacía temblar la idea de que ella pudiera huir, desaparecer para siempre. Temblaba de aceptarlo, pero de imaginarlo enloquecía: me precipité para rodear la columna. Con la misma rapidez corrí alrededor de la columna del lado derecho: había desaparecido, pero no podía creerlo. Me quedé abrumado ante la puerta y comenzaba a desesperarme, cuando percibí, del otro lado de la calle, inmóvil, el dominó que se perdía entre las sombras: Edwarda estaba de pie, aún sensiblemente ausente, frente a una terraza de café desierta. Me dirigí hacia ella: parecía loca, evidentemente, como si hubiera venido de otro mundo y, en la calle, menos que un fantasma, una niebla tardía. Retrocedió lentamente hasta toparse con una mesa del café vacío.
Como si la despertara, dijo con una voz exánime:
-¿En dónde estoy?
XIX
Desesperado, le mostré el cielo vacío sobre nuestras cabezas. Alzó la mirada; por un momento, bajo la máscara, permaneció con los ojos vagos, perdidos en el campo de estrellas. Yo la sostenía; con sus dos manos tenía, enfermizamente, el dominó cerrado. Comenzó a retorcerse convulsivamente. Sufría. Creí que lloraba, pero era como si el mundo y la angustia la sofocaran sin dejarla suspirar. Se alejó presa de una obscura repugnancia , rechazándome. Súbitamente enloquecida, se precipitó; luego se detuvo; alzando los vuelos del dominó bruscamente, mostró sus nalgas. Y volviéndose, se lanzó contra mí. Una fuerza salvaje la animaba, furiosamente me golpeaba el rostro; me golpeba a puñetazos, con un impulso furioso de pelea. Tropecé y caí. Ella huyó corriendo.
XX
No había conseguido incorporarme; estaba todavía arrodillado cuando se volvió. Con una voz quebrada, imposible, clamando al cielo y vociferando al tiempo que agitaba horrorosamente los brazos, gritó:
-Me ahogo; ¡maldito beato, ME CAGO EN TI!...
La voz se quebró en una especie de estertor; alargó las manos como para estrangular y se desplomó.
Como un trozo de lombriz, se agitaba, presa de espasmos respiratorios. me incliné sobre ella y tuve que arrancarle de la boca el encaje del antifaz que la atragantaba y que ella mordía furiosamente. El desorden de sus movimientos la había descubierto hasta el pubis: su desnudez tenía ahora la carencia a la vez que el exceso de sentido de una vestidura de muerto. Lo más extraño y lo más angustioso era el silencio en que permanecía encerrada: toda comunicación con su sufrimiento era imposible y yo me empeñaba en esta ausencia de salida, en esta noche del corazón que no estaba ni más desierta ni era menos hostil que el cielo vacío. Las convulsiones, como de pescado, de su cuerpo, la furia innoble que expresaba su rostro maligno, calcinaban en mí la vida y la desgarraban hasta el asco.

Tuesday, December 13, 2005

Madame Edwarda IV

XI
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...Los espejos que cubrían los muros y el plafón multiplicaban la imagen animal de la cópula: al menor movimiento, nuestros corazones rotos se abrían hacia el vacío en el que nos abismaba la infinidad de nuestros reflejos.
XII
Finalmente zozobramos de placer. Nos incorporamos y nos miramos gravemente. Madame Edwarda me fascinaba: nunca había visto una muchacah más bonita - ni más desnuda-. Sin dejar de mirarme, tomó de un cajón unas medias de seda blanca; se sentó sobre la cama y se las puso. la poseía el delirio de estar desnuda; una vez más, separó las piernas y se abrió ; la acre desnudez de nuestros cuerpos nos arrojaba descorazonados en el mismo agotamiento. Se puso una chaquetilla blanca y disimuló su desnudez bajo un dominó: el capuchon le cubría la cabeza y un antifaz orlado de encaje le ocultaba el rostro. Así, vestida, se desprendió de mí y dijo:
-Salgamos.
XIII
-Pero... ¿ puedes salir?- le pregunté
-Vamos, pronto fifí- dijo ella alegremente- ¡no vas a salir desnudo!.
XIV
Me dió la ropa, me ayudó a vestirme y mientras lo hacía, su capricho mantenía a veces, entre su carne y la mía, un contacto disimulado. Bajamos por una escalera estrecha en la que nos cruzamos con una afanadora. En la súbita oscuridad de la calle, me sorprendió descubrirla huidiza, vestida de negro. Se apresuraba alejándose de mí. El antifaz que la enmascaraba la volvía animal. No hacía frío y sin embargo yo temblaba. Edwarda iba ajena a todo; un cielo estrellado, vacío y demente sobre nuestras cabezas. Creí vacilar pero caminé tras ella.
XV
A estas horas de la noche , la calle estaba desierta. De pronto, maliciosamente y sin decir una palabra, Edwarda echó a correr. la puerta Saint Deis se alzaba ante ella: se detuvo. Yo no me había movido: como yo, inmóvil, Edwarda esperaba bajo la puerta, en medio del arco. Era algo enteramente negro, simple y angustioso como un agujero: comprendí que ella ni siquiera reía y que, bajo el vestido que la velaba estaba ausente. Supe entonces, ya disipada en mí toda embriaguez, que ella no había mentido. Que Ella era DIOS. Su presencia tenía la simplicidad inintelegible de una piedra: en medio de la ciudad, tenía la sensación de estar de noche en la montaña, entre soledades sin vida.
XVI
Me sentí liberado de ella; estaba solo ante esta piedra negra. Temblaba, adivinando ante mí lo más desierto que hay en el mundo. De ninguna manera podía desentenderme del horror cómico de mi situación: aquella mujer cuyo aspecto en ese momento me helaba, un instante antes... El cambio se había producido como un deslizamiento. En Madame Edwarda el luto, un luto sin dolor y sin lágrimas, había hecho surgir un silencio vacío. Sin embargo, yo quería saber: esta mujer que hacía apenas unos instantes estaba tan desnuda y que me llamaba alegremente "fifí"... Crucé la calle; mi angustia ordenaba detenerme, pero yo seguía avanzando.

Monday, December 12, 2005

Madame Edwarda III

VII
Me sentí absurdo; Edwarda y yo no habíamos cruzado ni una palabra. Experimenté un instante de gran malestar. No hubiera podido decir nada del estado en que me hallaba: en medio del tumulto y las luces, la noche caía sobre mí. Quise tirar la mesa, transtornar todo; la mesa estaba fija en el suelo. Un hombre no puede soportar nada más cómico. Todo había desaparecido, el salón y Madame Edwarda. Sólo la noche...
VIII
Una voz demasiado humana me sacó de mi perpelejidad. La voz de Madame Edwarda, como su cuerpo grácil, era obscena:
-¿Quieres ver mis entresijos?- me dijo.
Con las manos agarradas a la mesa, me volví hacia ella. Sentada frente a mí , mantenía una pierna levantada y abierta; para mostrar mejor la ranura estiraba la piel con sus manos. Los "entresijos" de Edwarda me miraban, velludos y rosados , llenos de vida como un pulpo repugnante. Dije con voz entrecortada:
-¿Por qué haces eso?
- Ya ves -dijo-, soy DIOS ...
-Estoy loco...
-No es verdad; debes mirar: ¡Mira!
Su voz rasposa se suavizó y se hizo casi infantil para decirme lánguidamente, con la sonrisa infinita del abandono: ¡Cuánto he gozado!.
IX
Había guardado su postura provocante. Ordenó:
-¡Besa!
-Pero... -dije-, ¿delante de todos?
-¡Claro!
Temblaba; yo la miraba inmóvil; ella me soreía tan dulcemente que me hacía estremecer. Al fin me arrodillé; titubeando, puse mis labios sobre la llaga viva. Su muslo desnudo acariciaba mi oreja: me parecía escuchar un sonido de olas como el que se escucha en los caracoles marinos. En la insensatez del burdel y en medio de la confusión que reinaba alrededor (me pareció que me asfixiaba, estaba congestionado y sudaba), yo permanecía extrañamente en suspenso, como si Edwarda y yo nos hubieramos perdido en una noche de vendaval frente al mar.
X
Escuché otra voz, la de una mujer robusta y bella, vestida con propiedad:
-Hay que subir muchachos -dijo con voz hombruna.
Pagué a la madrota, me levanté y seguí a Madame Edwarda, cuya desnudez apacible cruzó el sálón. Pero el simple recorrido entre las mesas repletas de muchachas y de clientes, este rito burdo de "La que va para arriba", seguida del hombre que le hará el amor, no fue en ese momento para mi más que una alucinante solemnidad: los talones de Edwarda sobre el piso enlosado, el contoneo de ese largo cuerpo obsceno, el acre olor de mujer que goza, husmeado por mí, de este cuerpo blanco... Madame Edwarda iba delante de mi, como envuelta en nubes. La indiferencia tumultuosa de la sala a su dicha, a la desmesurada gravedad de su andar, era una consagración regia y una fiesta florida: la muerte misma participaba en la fiesta, ya que la desnudez en el burdel invoca siempre la idea del cuchillo del carnicero.
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Para quien preguntó: No, no transcribiría un libro muy largo. Y sí, vale la pena, al menos para mí.

Friday, December 09, 2005

Madame Edwarda II

IV
Comencé a vagar por esas calles propicias que van del crucero Poissonniére a la calle Saint Denis. La soledad y la obscuridad completaron mi embraguez. La noche estaba desnuda en las calles desiertas y quise desnudarme como ella: me quité el pantalón y me lo puse al brazo; hubiera querido atar la frescura de la noche a mis piernas: una libertada atronadora me impulsaba. Me sentía magnificado. Tenía en la mano mi sexo erecto.
(Mi entrada en materia es dura. Hubiera podido evitarla y seguir siendo "verosímil". Me convenían los rodeos. Pero así es, no hay rodeos para comenzar. Continúo... es cada vez más duro...).
V
Sorprendido por algún ruido volví a ponerme el pantalón y me dirigí a Los Espejos: allí volví a encontrar la luz. En medio de un enjambre de muchachas, Madame Edwarda, desnuda, sacaba la lengua. Para mi gusto era encantadora. La escogí; se sentó a mi lado. Apenas tuve tiempo de contestar al coime; tomé a Edwarda que se abandonó en mis brazos; nuestras bocas se juntaron en un beso enfermizo. La sala estaba repleta de hombres y de mujeres; tal era el desierto en que se proseguia el juego. Durante un instante su mano se deslizó; me rompí súbitamente como un vidrio; temblaba en mis calzones; sentía a Madame Edwarda, cuyas nalgas retenía en mis manos; ella también se desgarraba; en sus grandes ojos extraviados estaba el terror y en su garganta un largo gemido de estrangulada.
VI
Recordé que había deseado ser infame o, más bien, que hubiera sido necesario a toda costa, que lo fuera. Adivinaba las risas a través del tumulto de voces, de luces, del humo. Pero ya nada contaba. Estreché a Edwarda en mis brazos, ella me sonrío; en ese instante, transido, sentí un nuevo estremecimiento. Una especie de silencio cayó sobre mí y me heló. Ascendía en un vuelo de ángeles que no tenían ni cuerpos ni cabezas, hechos de deslizamientos de alas; pero todo era muy sencillo; me entristecí y me sentí abandonado como lo está uno en presencia de DIOS. Todo era peor y más demencial que la embriaguez. Al principio me apenaba la idea de que esta grandeza que me caía encima me privara del placer que esperaba obtener de Edwarda.

Thursday, December 08, 2005

Madame Edwarda I

George Bataille

Ya que he estado tan "maldita" últimamente, voy a hacer algo para que los lectores de este blog se vuelvan unas mejores personas: Voy a transcribir Madame Edwarda, como antes se hacía, por entregas. Relego mi voz quejosa y culposa a un excelente escritor. Después hablamos.
I
Si tienes miedo de todo lee este libro, pero, antes que nada, escúchame: si ríes es que tienes miedo. Te parece que un libro es una cosa inerte. Es posible. ¿Y sin embargo, como suele suceder, tú no sabes leer? ¿Deberías temer...? ¿Estas solo? ¿Tienes frío? ¿sabes hasta qué punto el hombre es "tú mismo" ¿imbecil? ¿ y desnudo?
II
MI ANGUSTIA ES AL FIN LA ABSOLUTA SOBERANA. MI SOBERANIA MUERTA HA QUEDADO INSASIBLE EN LA CALLE -ALREDEDOR DE ELLA HAY UN SILENCIO DE TUMBA- AGAZAPADA EN LA ESPERA DE ALGO TERRIBLE- Y SIN EMBARGO SU TRISTEZA SE RIE DE TODO.
III
En una esquina la angustia: una angustia sucia y parda me produjo un intenso malestar (tal vez por haber visto a dos muchachas furtivas en la escalera de un mingitorio). Entonces me vinieron ganas de vomitar. Tenía, en ese momento, que desnudarme o desnudar a las muchachas que deseaba: me aliviaba la tibieza de carnes fofas . Pero eché mano del más pobre de mis medios: pedí, en el mostrador, un pernod que tragué ávidamente; fui de taberna en taberna hasta que ...Había caido la noche.

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Lo que sigue se pone mejor. No deje de leerlo.

Wednesday, December 07, 2005

Del infante terrible


Quisiera saber qué tipo de artes mágicas me hacen tener encuentros y reencuentros tan atinados. El sábado pasado volvió a mi Rimbaud, ya lo extrañaba. Maldito precoz (mucho más maldito) escribir cosas como esas a los 19 años. No cabe duda que el primer mundo, en esos tiempos, daba mucho qué decir, aparte ¿cómo no decirlo con Verlaine a su lado? Lo que nos jode estos tiempos es la sobrepoblación. En fin que por muchas cosas se ha quedado Rimbaud en ese reducto de mi adolescencia que ahora vuelve de manera sorpendente. Su poesía no puede ser otra cosa más que expiación, tal vez sea que el romanticismo (filosófico) ya no nos alcanza. ¿o sí? tal vez, este librito me lo encontré en el tianguis del chopo, en donde, supongo se vende muy bien.
A estas alturas de la vida, ya me parece muy cómico notar las puerilidades que en cierto momento definían y que ahora sólo redescubren. Nunca me gustó del todo el spleen Baudeleriano, pero a Rimbaud, mis actuales respetos, sobre todo porque tenía una preocupación por lo oriental bien fundamentado en los hedonistas persas (Khayyam, por ejemplo) y se nota en su líneas. Esta es la introducción a Une saison en enfer (1876).
Ayer, si mal no recuerdo, mi vida era un festín donde se abrían todos los corazones, donde corrian todos los vinos.
Una noche me senté a la belleza en mis rodillas. Y la encontré amarga. Y la injurié.
Me armé contra la justicia.
Huí. Oh miseria, oh hechicers, oh odio, a ustedes mis teosros les confié.
Logré desvanecer de mi espíritu toda la esperanza humana. A toda esta alegría, para estrangularla, di el salto sordo de la bestia feroz.
Llamé a los verdugos para morder, agonizando, la culata de los fusiles. Invoqué las plagas para ahogarme con arena, con sangre. La desdicha fue mi dios. Me revolqué en el fango y me sequé con el aire del crimen. Y le jugué buenas trampas a la locura.
Y la pirmavera me trajo el horrible reír del idiota.
Y ahora, últimamente , encontrándome muy cerca del proferir último ¡couac!, he pensado buscar la llave del festín antiguo, donde volvería tal vez a tomar apetito.
Esta llave es la caridad. ¡Esta inspiración demuestra que soñé!
"Serás siempre hiena, etcétera...", exclama el demonio que me coronó de dulces adormideras. "Gana la muerte con todos tus apetitos, tu egoísmo y los pecados capitales".
Ah!, estoy harto: Pero amado Satán, conjuro para que se me vea con menos irritación, y a la espera de pequeñas infamias retrasadas, a ustedes que aman en el escritor la ausencia de facultades descriptivas o instructivas, desprendo estas hojas horribles de mi carnet de condenado.
Por si les interesa:
Rimbaud, Arthur. Una temporada en el infierno. La nave de los locos. Premiá ediciones. Tercera edición bilingüe. México 1981.
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Quiero dejar claro (para quien se ponga mal) que no estoy demeritando a Baudelaire (sabes que hablo de ti), pero yo no podría equiparar versos como:
¡Voluptusidad, sé simpre mi reina!
Toma la máscara de una sirena
hecha de crne y terciopelo,
o derrámame tus sueños pesados
en el vino informe y místico,
¡voluptuosidad, fantasma elástico!
de Baudelaire, con esto:
En los chapoteos furiosos de las mareas,
yo, el otro invierno, más sordo que los cerebros de los niños,
¡corrí! Y las Penínsulas desamarradas
no han sufrido caos más triunfantes.

La tempestad ha bendecido mis despertares marítimos.
Más ligero que un corcho he bailado sobre las olas
a las que llaman rodadoras eternas de víctimas,
¡diez noches, sin añorar el ojo memo de los faros!

Más dulce que para los niños la carne de manzanas ácidas,
el agua verde penetró en mi cáscara de abeto
y de manchas de vinos azules y vómitos me lavó,
dispersando timón y rezón.
Escrito por Rimbaud. Cualquier reclamación, sabes dónde mentarme la madre.

Monday, December 05, 2005

Resurrección

A RaC
Tal día uno despierta con los ojos doloridos y el cuerpo agotado. Después de los tres cigarros de la mañana (si es usted fumador empedernido) se nota las manos temblorosas y el oído que falla. Cualquier melodía que atraviese por sus necios oídos silbantes le parecerá la misma música repetida de Stravinsky. Tiene usted un pájaro de fuego en la cabeza. Entonces las ideas se le incendian y las horas pasarán crepitando bajo el paso. Todas las palabras de amor nefando le cruzarán por la mente como siluetas desgastadas de un pensamiento anterior. Se sentirá solo pero no se asuste, la eternidad comenzará pronto. No va a morir, eso es seguro. Caducará esa marca innombrable del narcisismo que uno tiene para el otro. Los pájaros de fuego lo vuelven a uno solitario y doloroso.
Estas aves las que hablo, no pertenecen en absoluto a clasificación taxonómica, gustos perosnales o seres mitológicos, o tal vez sólo tengan un breve parecido con el Fénix ( tan prosituido a últimas fechas) Pero no por el gusto de su inaudita resurrección, sino por el tiempo de absoluto al que ha llegado. El Fénix renacía cada vez más torpe, cada vez más puro, cada vez más ciego. El incendio de la espera lo consumía como una forma espantosa de permanecer. Pobre Fénix, pobre de ti que resurgiste sin memoria. ¡No has aprendido nada! y tampoco puedes irte.
Esas veces, de las que hablo, a uno le gustaría poder ser un bufón como esos que ya no existen saldría a las calles ofreciendo menos angustia, menos incendio, o tal vez y sólo para uno, el ser bufón le otorgaria la calidad de lo risible, lo auto risible. ¿Por qué entristecerse cuándo existen preguntas que lo laceran? ¿Por qué dejarse llevar por el primer sentimiento que lo invade? ¿Por qué negarse la posibilidad de enmendar en el cuerpo? La presencia tangible del otro puede lograr que el canto de las aves internas quede supeditado al sonido de una voz, al tangible efecto del otro sobre el cuerpo, invadiendo cavidades auditivas, nerviosas. Hay que escuchar, pienso, lo que necesita ser dicho; lo demás sólo pertenece a las palabras del tipo sucedáneo.
Hablar y hablar, solos, con el ave o ante los otros. Dejemos que los escenarios nos bendigan con la indiferencia, nunca debemos atrevernos a rogar compañía. Y si es así ¿Por qué nos duele tanto eso otro que se niega a invadirnos? Es tal vez, porque uno podría ser bufón, loco o inexistente si el otro lo pidiera.

Saturday, December 03, 2005

Mes deux sous de raison sont finis!


Es grave advertir
que después del orden de este mundo
hay otro orden.
¿Cuál es?
No lo sabemos
El número y el orden de las suposiciones posibles
en ese ámbito
es de forma justa
¡el infinito!
¿Y qué es el infinito?
No lo sabemos con precisión.
Es una palabra de la que nos servimos
para indicar
la apertura
de nuestra conciencia
a la posibilidad desmesurada
inagotable y desmesurada.
¿Y qué es la conciencia?
No lo sabemos con certeza.
Es la nada.
Una nada
de la que nos servimos para indicar
cuando no sabemos algo,
con respecto a qué
no lo sabemos
y entones decimos
conciencia
en cuanto a la conciencia
pero hay muchos otros aspectos
¿Y entonces?
Parecería que la conciencia
está ligada
en nosotros
al deseo sexual
y al hambre;
pero prodría
muy bien
no estar ligada a ellos.
Se dice,
se puede decir,
hay quienes dicen
que la conciencia
es un apetito,
el apetito de vivir;
de inmediato
al lado del apetito de vivir
aparece en el espíritu
el apetito del alimento
como si no hubiera personas que comen
sin ninguna clase de apetito
y que tienen hambre.
Porque también
existen
quienes tienen hambre
sin tener apetito;
¿Y entonces?
Entonces
un día
el espacio de la posibilidad
se me presentó
pero no sabía con exactitud qué eran
ni el espacio,
ni la posibilidad,
y no experimentaba la necesidad de pensarlo;
eran palabras
inventadas para definir cosas
que existían y no existían
frente a
la urgencia apremiante
de una necesidad:
suprimir la idea,
la idea y su mito
y hacer reinar en su lugar
la manifestación tonante
de esa explosiva necesidad:
dilatar el cuerpo de mi noche interna,
de la nada interna
de mi yo que es noche
nada, irreflexión,
y que, sin embargo, es una afrimación explosiva:
hay que dejarle lugar
a algo,
a mi cuerpo.
Pero.
No lo sé
sin embargo
sé que
el espacio
el tiempo
la dimensión
el devenir
el futuro
el porvenir
el ser
el no ser
el yo
el no yo,
no son nada para mí;
en cambio hay una cosa
que significa algo,
una sola cosa que debe significar algo,
y que siento
porque quiere
SALIR:
la presencia de mi dolor
del cuerpo,
la presencia
amenazadora
inftigable
de mi cuerpo;
aunque me acucien con preguntas,
y yo niegue todas las preguntas,
hay un punto
en el que me veo forzado
a decir no,
NO
a la negación; y llego a ese punto
cuando me acosan,
me abruman ,
me cuestionan
hasta que se aleja
de mí
el alimento
mi leche
y su leche,
y ¿cuál es el resultado?
Que me ahogo;
no sé si es una acción
pero al acostarme así con preguntas
hasta la ausencia
y la nada
de la preguanta,
me atormentaron
y sofocaron
en mí
la idea de cuerpo
y de ser un cuerpo
entonces sentí lo obsceno
...
Porque hostigaban
hasta mi cuerpo
hasta el cuerpo
y en ese momento
hice estallar todo
porque a mi cuerpo
nadie lo manosea.
Artaud, Antonin. El problema que se plantea es que... en Para acabar con el juicio de Dios. Arsenal Ediciones. México 2004
La sexualidad de Minea está en decadencia, nunca ha podido participar en un buen menage a trois. Siempre le ha parecido más atractivo fumar marihuana lejos de los cuerpos. Ver una película porno vivificada. No sé qué le pasa pero sus placeres cada vez son más específicos. Y eso me preocupa. Gracias a sus demonios, siempre existen las buenas letras.

Wednesday, November 30, 2005

Extracción de la piedra de la locura



Creo que he estado pensando demasiado en la calidad femenina. ¿Por qué odio a a los psicoanalistas? ¿por qué no soporto ver que una feminista quiera ser güey o que un misógino quiera ser puta? ¿por qué me molesta que me interpelen sujetos que yo no elijo? ¿por qué temo las palabras del otro que sé no ha estado ni estará? ¿Por qué siento y extraño y no puedo olvidar? Tal vez la respuesta todas esas preguntas se encuentren en un buen libro de Lacan o en la primera sesión de un buen lava cerebros, pero todos sabemos de antemano que una búsqueda no formulada, llegará al punto de partida sin gloria, sin respuestas .
¿Qué piensan que es la locura? ¿Qué puede decir de la locura una persona como Nestor Braunstein que desde que llegó a México se viste con Armani y lo llevan a su casa en coches carísimos? ¿Qué puede decir de las novedades ofrecidas por otro estado de conciencia un tipo que se ha pasado racionalizando las etapas de la mierda, haciendolas suyas, creando un teoría sujeto no filosófico? Por fin he visto con otros ojos Leolo de Jean-Claude Lauzon, tengo que verla de nuevo.
Tal vez deba reconocer que me molesta ser un sujeto neurótico (uno como el que todos somos, por cierto) uno que se cuestiona muchísimas cosas todo el tiempo, que no elige lo que será sino lo que no es (porque no le queda de otra); uno que no es capaz de reconocerse en el otro sino por un acto pendejo de narcisismo; uno que ejemplifique todas las vulgares nociones del estándar. Y después dicen que no podemos tener nada o que nada sería si no existiera el lenguaje (Bueno, en eso estoy de acuerdo) Pero, dónde se queda lo no tangible. Para los psicoanalistas somos simbólicos pero no ensoñadores o demiurgos; somos en tanto lo que el otro quiere que seamos.... (eso me recuerda una cita que me hizo reir mucho: Mira, somos tan inferiores que no sabemos si somos guapas o feas, elegantes o simpáticas más que cuando ellos nos lo dicen...) lo cual se traduce a una relación sujeto- otro como integrantes de una banda de Möbius, o sea, ninguno elimina al otro. ¿Por qué le cuesta trabajo al gente entender lo primigenio? ¿ Por que no consideran al otro como un simple sujeto indiferente? ¿Por que los que no son sujetos indiferentes para un espíritu que cree en lo primigenio, no lo entienden? tal vez porque ellos no se han puesto a pensar en eso.

Bueno, ya estoy amargando demasiado el discurso, lo único que quería era arremeter puerilmente en contra de los psicoanalistas. Por otra parte, estoy feliz porque ahora si castigarán a los hijos de su puta madre que agarren o gocen con el toque nimio de las partes pudendas de otra femina. Aunque primero deben educar a las feminas sobre como agarrar de los folículos capilares a los cavernícolas abyectos y después poner a un policia justo en cada estación del metro, bueno ya no justo ¿para qué me engaño? Uno capaz de tomar al sujeto por el brazo y llevarlo a la delegación y de mínimo sacarle una lana y luego del después, deberían poner una cámara en cada vagon del metro, una con aumento o mínimo de buena calidad para que se compruebe que en realidad la tocó pero... ¿no sería como emprender una cacería de brujas posmo? ¿ no se van a robar las cámaras? ¿ no será que sólo es una manera pendeja de amedrentar a los hijos de su puta madre que nunca van a cambiar?. ¡Qué güeva! Mejor deberían permitir las armas blancas y las lecciones de defensa personal para mujeres. Cada una podría ponerle en su madre al tentón en cuestión (yo lo he hecho, y creánme, es taaaaan gratificante) Pero pues la violencia no es la solución (jajajaja, al fin humanista) lo necesario sería que dejaramos de educar a nuestros niños de manera que se crean omnipotentes, ¿qué les da derecho a nalguearse a alguien desconocido? ¿su educación machista? nooo, no lo creo (¿o sí?) ¿sus urgencias carnales? o simplemente, la educación de no respeto para con los otros en general.(¿Por qué nunca me ha nalgueado una mujer? ¿a ustedes sí?) Ejem.... Creo que estoy creyendo demasiado en la buena voluntad de los extraños, ni las madres van a educar diferente a sus hijos, ni las mujeres se van a madrear al pendejo que las toque, y mucho menos los
pendejos tocadores se van a dejar; ni va a servir esa nueva reforma, ni voy a dejar de enfurecerme cada que me toquen feo en el metro...porque si me tocan bonito igual y hasta le pido su teléfono para repetir la historia. Pero, seamos realistas, eso no pasará.

Pero volvamos a lo del sujeto neurótico Freudiano y Lacaniano ¿Cómo no ser neurótico depresivo con esta sociedad? si ellos mismo afirman que el ser representa un conjunto de pérdidas. Las pérdidas filosóficas, y materiales. Resígnense somos la representación acelerada de nuestra búsqueda por el andrógino que dejamos de ser. Y tal vez, después de todo, no sólo se trate de clasificar por sexos o de buscar por faltas, sino de reconstruirnos por neurosis, por preguntas que cada vez son más, y que cada vez menos seremos capaces de responder menos. Y eso...es divertido, tal vez no lo suficiente para las vueltas laberínticas que realiza nuestra esperanza.
Pero bueno, únicamente quiero declarar personas non gratas para mi universo (tan.. limitado) a: Psicólogos, Psiconalistas (bueno, sólo a algunos, porque a los que los estudian sin serlo, a veces son mis ídolos), Psiquiatras (estos por sobre todos), Tentones de metro (no, mejor estos por sobre todos), policías, machos, feminas sumisas con pensamientos anacrónicos, mochos y políticos... pero ¿por qué los odio? ¡ahhh sí!, porque soy intolerante (intolerable, mejor dicho)
No cabe duda que los cubanos saben cómo cocinar, cómo entristecerse, cómo comparar y hasta cómo chatear. Dos cubalibres de Eliseo Alberto. La recomendación desesperada. No se arrepentirán.

Sunday, November 27, 2005

El suplicio de la roca

Lo inmediato, citar el verso de Dickinson que ha martillado mis horas: Because I could not stop for Death/ she kindly stopped for me.
Lo simple: Depresión circadiana, según definición propia. Suceso inevitable que nos previene de mirarnos al espejo y anotar bajo espasmos cada elemento olvidado y cada recuerdo lacerante. Estado anímico inherente a la pérdida total de la esperanza.
Lo cierto, citar a Camus que ha sido una excelente compañía el día de hoy: Hay que ser Wherter o nada . También en eso hay varias formas de suicidarse, una de las cuales es el don total y el olvido de la propia persona. ¡Maldito bálsamo etílico! ¿Por qué me dejas olvidarme?
Lo triste: Don Juan, en cambio, busca la saciedad. Si deja a una mujer hermosa no es en modo alguno porque ya no la desee. Una mujer hermosa siempre es deseable. Es porque desea a otra, y eso no es lo mismo.(94)
¿Es Don Juan egoísta? A su manera, sin duda. Pero también a este respecto hemos de entendernos. Hay quienes estan hechos para vivir y quienes estan hecho para amar. (96)
Lo patético: Alguna vez me encontré con breve relato de Guitry. Una adolescente recorría una sala de museo, en la exhibición se encontraban varios desnudos femeninos, todos ellos de mujeres hermosas. Ella vuelve a su casa y se desnuda completamente. Se mira al espejo y con lágrimas en los ojos se recorre: el pecho sin brotes, el sexo poblado, el rostro un tanto agradable pero definitvamente sin algún brote de belleza. Entonces se sienta en la cama y se dice a sí misma ¿Sere yo acaso un monstruo? Cada vez que recuerdo ese relato no puedo evitar preguntármelo a mi misma, sé que soy un montruo, tal vez uno sin parafernalias, pero con abismos interiores y carencias exteriores que limitan (no sé que sea lo que limitan) pero mis prótesis ideológicas y mi lavada de cerebro, aún no intervienen lo suficiente.
Lo masoquista: Rehacer experiencias; no tomar en cuenta los propios gritos de advertencia.
La declaración: Hace aproximadamente 4 años me hicieron un test psicométrico para probar los efectos que había tenido en mi cerebro el constante consumo de cannabis. La prueba era que el conejillo debía armar figuras geométricas dibujadas en una hoja, a partir de piezas de madera de la misma calidad (geométricas). Recuerdo que lo hice sin problemas. El viernes me pidieron que lo hiciera de nuevo. Y no pude terminar las últimas 4, ya no podía hacer nada con ellas, no las podía organizar y me desesperé. Me di cuenta hasta qué punto me había afectado la mota, pero dudo que algún día haga caso de eso. Lo mismo me pasó con el alcohol la primera vez que no acordé de nada a la mañana siguiente. Me dije: ¡No más alcohol para ti! pero lo seguí haciendo y ahora resulta que me acuerdo pero por fragmentos, como en una película con cortes y detalles fabricados por mi asquerosa- traidora-hija de su puta dueña imaginación. Ahora, en lugar de pensar en el "No más" pienso en el ¡Cómo?¿ esto nada más? O sea, les informo que conforme pase el tiempo voy a ser más pendeja (Ojalá)Esto de pensar demasiado en estupideces no es grato. Voy a dejar de leer (¿a quién engaño?)
Lo cruel: Después de saber que alguien más lee mis gritos, ya no quiero dejar de gritar. Pinche manía esta de enseñarle a los otros las vísceras.
Lo necesario: Todas las citas de Camus son de su librito El mito de Sísifo. Está editado por Alianza y los números entre paréntesis (como imagino que imaginan) pertenecen la número de página.
Lo baladí: Sísifo: El más astuto y el menos escrupuloso de los mortales. Castigado en el Hades por su pecado de hibris, exceso de orgullo y de confianza en sí mismo. La condena sempiterna (porque ya no perpetua) era llevar una enorme roca desde las faldas de un monte (cuyo nombre no recuerdo, ¡pinche mota!) hasta la cumbre del mismo. Cuando llegara a la cumbre la roca iba a rodar cuesta abajo y él debía repetir la acción. Gracias a Homero, el castigo de Sísifo se convirtió en el ejemplo por excelencia de los tormentos eternos que sufrían en el Tártaro.
Gracias

Wednesday, November 23, 2005

El camino del imbécil

Hoy tal vez la mañana sin nadie, los dientes fuera de las luces de mi futuro, la idea de sobrevivir en medio de esta sociedad inmarcesible, las confusiones y las puestas en escena de la misma obra del absurdo. Vestir- salir- regresar. Hoy han derogado sus señales esos nombres fallidos de la esperanza, tal vez es demasiado y sólo pretendo subsistir por un momento anclada a esta nostalgia de saberme perdida frente a todos, o tal vez entre todos, o sólo quizás es que hoy me llegó el lado femenino y ni mi cuerpo ni mi vida son capaces de predecir mis reacciones. Tal vez hoy y sólo por placer asesine al anciano de la tienda o me sorprenda destazando a un imbécil en la imaginación. Pero sé ante todo que lo único que parte en un día como estos es mi esperanza, la que había conseguido, la que no dejaré (supongo) pero que precisamente ahora, se convierte en una esquela de fantasmas contra la que no quiero luchar. Me duele lo que pasa y lo que no, me duele volver a romper con lo prudente y mis esquemas a futuro...pero no hay algo que me sienta capaz de hacer, nada que me ocasione salir a pervivir en otro cauce que no sea el propio.
Recuerdo...un hombre caminando a mi lado por la ciudad de México, traía sobre los ojos ese destello de los cielos oaxaqueños, había mirado mucho de la metrópoli, él me dijo: ¿Por qué toda la gente es tan indiferente aquí? ¿nadie se saluda? Y después de eso, ayer por la noche caminando frente a la misma funeraria de siempre, pisé una mierda de perro y dije: ¡pues claro! La gente no se mira a los ojos porque van cuidando que sus suelas no toquen la mierda, porque si tocan la mierda huelen feo, y si huelen feo nadie se les acerca y si no se les acercan se sienten peor ¿nunca se han preguntado por qué es muy breve el pasto en la ciudad? Pues yo creo que es porque ya se terminó todo el que había, lo erosionaron las suelas hediondas de gente despistada. Dicen que pisar mierda de perro es de buena suerte o que te cague un pájaro. Pero aún así , aunque ala vuelta de la esquina estuviera el futuro más predominantemente feliz por los siglos de los siglos, te encontraría con una mancha verde sobre la solapa o con la angustia de saber que cargas la peste bajo los pies. Si las calles de México tuvieran menos perros tal vez la gente comenzaría a saludarse más, a mirarse los ojos. Luego sabría que poco a poco se odia o se ama, o simplemente trataría de indagar qué es lo que pasa a través de la mirada del que saluda....Mejor que siga habiendo muchos perros, las relaciones humanas ya son bastante conflictivas por sí mismas ¿para qué enmendar nuestro propio caos interactivo? Eso me trae a la memoria una bonita cita de Cioran:
Había venido desde lejos a buscar el sol y el sol, hallado al fin, me era hostil. ¿Y si me lanzase desde lo alto del acantilado? Mientras hacía consideraciones más bien sombrías mirando a la vez los pinos, las rocas y las olas, sentí de repente hasta qué punto me encontraba sometido a este bello universo maldito.
De Ese Maldito yo
Que siga siendo un bello universo maldito lleno de mierdas de perro.
La recomendación desesperada: Una primavera para Domenico Guarini, de Carme Riera. No tiene más adjetivos que: fascinante.

Thursday, November 17, 2005



A P. J

Pocas veces rezuma en mis venas esa furia innombrable de la poesía como lo hace hoy. Irónicamente me sentí atrapada como en un capítulo de un programa que solía ver cuando niña, uno de cuyo nombre no quiero acordarme porque es nimiamente poético. Sin embargo recuerdo cuando la rana rené entrevistaba a un científico loco que vivía en una isla desierta. La rana llegaba con todo su equipo y el científico enorgullecido le presentaba su más grande invento, acto seguido: la cámara tomaba el foco de la habitación y en él se encontraba un hilado en forma de calcetín; entonces el científico sumamente emocionado le dice a René: ¡Este es mi último y más grande invento, se llama Calienta pies! (todos permanecen callados mientras el científico se regocija mirándolo) entonces la rana dice: Pe... pero maestro, eso ya existe, se llama calcetín y el científico se flagela con la sola idea de que su invento es inútil. Pocas veces he sentido lo mismo: cuando conocí la teoría de Freud, por ejemplo.
Sin embargo, nunca tan hondamente como cuando me reconocí por primera vez en Pizarnik, llegué a estar convencida que de alguna extraña manera ella debió ser mi mujer (u hombre) en otro tiempo. ¡Maldita! se murió muchos años antes de que yo naciera, no me dejó acariciarla. El momento de plenitud comenzó cuando tenía 17 años y leí por primera vez estos versos :

¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?

¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?

Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde

Pero esos tiempos quedaron atras (¿o no?) Tal vez peco de ser una romántica empedernida pero la identificación con Alejandra Pizarnik no proviene únicamente del sentimiento, sino de las letras, de la verbalización. (No me quiero justificar con nadie, me lo has enseñado Ollin y te lo agradezco) Lo crudo de toda esta paupérrima reflexión es haber tenido en cierto momento la conciencia (y la promesa) de que no me volvería pasar lo mismo con alguien, intangible o pedestre. Aunque hoy quiero declarar mi profundo y vesánico respeto por dos mujeres más que han plagiado mi vida: Clarisse Lispector y P. Jimena Sánchez. De Clarisse hay mucho que decir, todo lo de Jimena es intangible.

Me molesta rehacer las cosas que pienso terminadas, gracias a mi incultura literaria debo corregir muchos poemas para que no me llamen plagiaria, esta es la parte de Un soplo de vida cuya existencia podría orillar me a modificar le tópico de algunos textos:

Autor: Ella ve a veces la realidad, una realidad inventada y que nunca se acerca a la verdad, como si esta, totalmente desnuda, la asustase. Ella es un superlativo. Hace cuanta de que es feliz, pero a veces esa felicidad la desasosiega.

Angela: vengo de una larga añoranza...Pero nadie quiere saber nada conmigo. Mi aliento de siete gatos amedrenta a quienes podrían venir....Me escondo de mi fracaso. Desisto. Y colecciono tristemente frases de amor...Yo, la gran desilusionada, la que cada noche prueba la dulzura de la muerte. Me siento una charlatana ¿Por qué? Es como si no revelase mi última verdad. Entonces tengo que quitarme la ropa y quedarme desnuda en la calle. Eso no es tan difícil, lo difícil, sí, es quedarme con el alma desnuda...¿Tendré acaso un fin trágico? Ahh, por favor, líbrame de ello...¿qué me espera cuando muera?

Bueno, ahora que la transcribo con calma creo que la relación no es tan grave como con Alejandra, aún así espero que el camino de mis letras desista de convertirse en un sendero álgido y femeninamente incalificable. De Jimena puedo decir muy poco, la cavidad en que caemos es una misma e incalificable, irreponsablemente nos edificamos para continuar...Maldito sea Madhok que no nos lleva, y a pesar de enseñarme a no agradecer más que lo necesario te digo ahora, desde un vesánico apartado de mi dicha: Gracias.