O los libros de lo inevitable

Friday, December 30, 2005

Imbunches

El obsceno pájaro de la noche de José Donoso es un homenaje al solipsismo, nada tribal existe entre sus páginas, las palabras generan un ritmo de conciencia y pesadilla; la noción de lo absoluto se está encerrada en todos y en el lector mismo. Donoso no otorga ningún momento de escape, desde se toma al libro entre las manos, se encontrará sumergido totalmente, será incapaz de salir del sueño malsano que se le ofrece. Los apuntes a la obra de Donoso han sido múltiples y paúpérrimos, no sé por qué está tan olvidado este buen escritor contemporáneo del llamado BOOM latinoamericano, yo creo que no le pide nada a Vargas Llosa, por ejemplo (yiac) incluso podría equiparar su sordidez con la desesperación Onettista (aunque tampoco muchos lectores aman a Onetti) en fin que como no amar a Onetti o a Donoso si uno ha leído ya a Faulkner. Y aunque no se haya topado por casualidad con Faulkner, usted, lector de estas líneas, puede compartir un poco del monstruoso universo Donosiano. Baste para ello encontrar la bonita edición de Taratura y Naturaleza Muerta con Cachimba ( que estaba de remate en Gandhi, por cierto) o la ya casi inconseguible de Seix Barral: El obsceno pájaro de la noche, para que su incredulidad sea saciada.

Este libro no sólo representa la expiación de múltiples personajes, sino que el que narra es característicamente "mudo". Dicen los Hemeneutas (en reseña patito) que para consolidarse como sujetos uno debe ser capaz de decir SOY ( o como Rimbaud: el yo es otro). El lenguaje es aquella red intrincada que nos permite estructurar nuestra realidad como sujetos. Extraño resulta dentro de la narración que Humberto Peñaloza ( el narrador) sea mudo y además sea capaz de mimetizarse con muchos personajes. Nulificación y confusión de la identidad
, circos, monstruos, gigantes ( no en el sentido tradicional), sexos mermados, ambientes ruines, locura y muchas más cosas podrá usted encontrar en esta excelente novelita. Les transcribo algo, nomás para que se animen:

Mi espacio se va reduciendo con los remiendos de la de la vieja que ha estado cosiendo par que yo no salga, es una vieja la que cose, sentí la vejez de sus dedos manejando los sacos mientras cosía , yo rajo y muerdo, de nuevo cose y cose para reducir mi espacio, las manos dan vuelta al atado por si hubiera una rotura que se escapó a sus ojos legañosos y la encuentra y la remienda cuidadosamente como si tratara de bordar iniciales sobre la batista más fina, no de coser arpillera. No quedan orificios: el paquete es pequeño y perfecto. Guarda su aguja. de otro rincón de la capilla arrastra otro saco y echa adentro el nuevo envoltorio, junto con otro paquete de azúcar, varios pares de medias de lana, muchos papeles, yerba, trapos, basura. Con un gran esfuerzo se echa el saco al hombro. Sale de la capilla deambulando por el desierto de los infinitos pasillos simulados...

Posteriormente, la vieja está sentada debajo del puente, frente a una llama difícil de avivar, después de meter las manos a sus bolsos y sacar astillas e hilos, decide vaciar el contenido del costal que lleva al hombro:

La vieja se pone de pie, agarra el saco, y abriéndolo lo sacude sobre el fuego, lo vacía en las llamas: astillas, cartones, medias, trapos, diario, papeles, mugre, qué importa lo quesea con tal de que la llama se avive un poco para no sentir frío, qué importa el olor a chamusquina , a trapos quemándose dificultosamente, a papeles. El viento dispersa el humo y los olores y la vieja se acurruca sobre las piedras para dormir. El fuego arde un rato junto a la figura abandonada, como otro paquete más de harapos, luego comienza a apagarse, el resocldo a atenuarse y se agota cubriéndose de ceniza muy liviana que el viento dispersa. En unos cuantos minutos no queda nada debajo del puente. Sólo una mancha negra que el fuego dejó en las piedras y un taro negruzco con asa de alambres. El viento lo vuelca, rueda por las piedras y cae al río.

Por cierto que el imbunche tradicional representa a un personaje contrahecho, pero de alguna extraña manera (una de esas que no sabe si las inventó o las leyó) me queda el concepto de que el imbunche es un ser cuyos agujeros corporales (9 o 10, según el sexo) son cosidos por brujas. A ver si ustedes encuentran otra definición.


1 comment:

Anonymous said...

diablo_guardian1