O los libros de lo inevitable

Monday, December 19, 2005

Madame Edwarda VIII

XXVI
Permanecimos largo rato en silencio. Madame Edwarda, el chofer y yo, inmóviles en nuestros lugares, como si el taxi estuviera en marcha.
Edwarda dijo al fin:
-¡Que vaya al mercado de Les Halles! Así lo dije al chofer, y se puso en marcha.
Nos llevó por calles sombrías. Calmadamente, Edwarda desató las cintas de su dominó que cayó al piso; ya no tenía el antifaz, se quitó la chaquetilla y dijo como para sí en voz baja:
-Desnuda como una bestia.
Hizo parar el coche golpendo la ventanilla, y bajó. Se acercó al chofer hasta tocarlo y le dijo:
-Mira...estoy en cueros... ven.
El chofer inmóvil, miró a la bestia: ella, alejándose un poco, levantó la pierna mostrándole la vulva. Sin decir una sola palabra y sin prisa, el hombre bajó de su asiento. Era fuerte y tosco. Edwarda lo abrazó, lo besó en la boca al tiempo que le hurgaba en la bragueta. Le hizo caer el pantalón diciéndole:
-Ven adentro del coche.
XXVII
El chofer se sentó junto a mí. Ella lo siguió. y montándose sobre él, deslizó con su mano al chofer dentro de ella. Yo permanecía inerte, mirando; ella se movía con una lentitud solapada de la que, visiblemente, obtenía una placer agudísimo. El otro respondía y se entregaba brutalmente con todo su cuerpo. Nacido de la intimidad puesta al desnudo de estos dos seres, el abrazo llegaba poco a poco al punto de exceso en que el corazón desfallece. El chofer yacía jadeante. Encendí la lamparilla interior. Edwarda seguía a horcajadas sobre el obrero, con la cabeza echada hacia atrás, hacía ondear su cabellera. Sosteniéndola por la nuca, pude ver sus ojos en blanco. Se apoyaba sobre la mano que la retenía y la tensión aumentaba su jadeo. Sus ojos se compusieron, y durante un momento pareció apaciguarse. Me vio; en ese momento supe que su mirada volvía del imposible y vi en su fondo, una fijeza vertiginosa. La crecida que la inundaba en sus raíces brotó en las lágrimas que manaban de sus ojos. El amor estaba muerto en esos ojos; emanaba de ellos un frío de aurora, una transparecia en la que yo leía la muerte. Y todo estaba contenido dentro de esta mirada de sueño: los cuerpos desnudos, los dedos que abrían la carne, mi angustia y el recuerdo de la baba en los labios, no había nada que no contribuyera a este deslizamiento ciego hacia la muerte.
XXVIII
Los últimos estremecimientos hicieron presa de ella lentamente; lugo su cuerpo que aún espumaba, se distendió: el chofer yacía exhausto en el fondo del taxi, después del amor. Yo no había dejado de sostener a Edwarda por la nuca: el nudo se desató; la ayudé a recostarse, enjugándole el sudor. Con los ojos apagados, ella se dejaba hacer. Yo había apagado la luz; se adromeció como un niño. El mismo sueño nos invadió. a Edwarda, al chofer y a mí.
XXIX
(¿Continuar? Yo lo hubiera querido, pero me importa un bledo. Eso no es lo que me interesa. Digo lo que me oprime en el momento de escribir: ¿es todo esto absurdo? ¿o tiene algún sentido? Me enfermo de pensar en ello. Me despierto por las mañanas igua lque millones de muchachas y muchachos, de bebés y de ancianos - sueños para siempre disipados... ¿Tendría algún sentido el despertar de tantos millones de seres y de mí mismo? ¿Un sentido oculto? Evidentemente oculto. Pero si nada tiene sentido, entonces ¿Para qué? Retrocederé ayudándome de supercherías. Debería desentenderme y abocarme al sinsentido: para mí no queda sino el verdugo que me tortura y me mata: ni la sombra de una esperanza. Pero ¿si hay un sinsentido? Hoy lo ignoro. ¿Mañana? ¿Qué sé yo? No puedo concebir ningún sentido que no sea "mi" suplicio; eso ya lo sé. Y por el momento: sin-sentido. El señor Sin- sentido escribe: sabe que está loco; es terrible. Pero su locura, ese sin-sentido -¡cómo se ha vuelto "serio" de pronto!- ¿no sería acaso, justamente, "el sentido"? (No, Hegel no tiene nada que ver con la apoteosis de una loca...) Mi vida no tiene sentido más que a condición de que yo mismo no lo tenga; que esté loco: entiéndalo quien pueda, entiéndalo quien muera... así pues el ser está ahí, sin saber por qué, temblando de frío... la inmensidady la noche lo envuelven y, con toda intención, esta allí para... "no saber". ¿Pero DIOS? ¿Qué quieren que diga señores cultos, señores refinados, señores creyentes?- ¡Al menos Dios lo sabría?
DIOS si lo supiera, sería un puerco* ¡Señor (en mi desamparo "invoco a mi corazón") líbrame, ciégalos! El relato ¿ lo continuaré?).
*He dicho "Dios si lo supiera", sería un puerco. Quien (lo imagino sucio y desgreñado) capatara esta idea hasta su fondo ¿qué tendría de humano? más y más allá de todo... EL MISMO, en éxtasis sobre el vacío...¿pero ahora? TIEMBLO.
XXX
He terminado.
Del sueño que nos dejó algún tiempo dormidos en el interior del taxi, fui el primero en despertar, enfermo... El resto es ironía, larga espera de la muerte...
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Hasta aquí el librito.

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