O los libros de lo inevitable

Thursday, April 15, 2010

Lléneme de lodo los ojos

Manos crispadas me confinan al exilio.
Ayúdame a no pedir ayuda.
Me quieren anochecer, me van a morir.
Ayúdame a no pedir ayuda.

Figuras y silencios, Alejandra Pizarnik



Siempre esa garganta cerrada y los pasos reiterativos, casi torpes. 

La media luz, la media tarde, la estúpida manera de soslayar todo lo que ha pasado.



A veces enciendo las yemas,


las pieles escinden la carne. 



Todas las noches sueño a un felino distinto, cada uno me enseña los caminos para destruirme.


Me deshice de una mujer que me miraba desnuda, que me atacaba como en el amor. No he podido terminar una forma de vestirla. Mi madre siempre llega antes de que pueda detener el movimiento tropista que me ataca (o me seduce).


Anoche perdí el rumbo. Caminaba sobre pasillos lustrados. No había nadie. El lugar encerraba olores a pescado y las paredes se humedecían como atacadas por una boca que respirara sobre ellos. Una mujer me encontró, traía un mandil sucio sobre una falda gris. No usaba zapatos y era vieja. 

Caminamos frente a frente hasta encontrarnos. No me miró. Extendió los brazos. Entre su carne yo empequeñecía y ella se agigantaba. Por fin me desplazó. Yo era un coqueteo con la locura, de un tiempo que pasó. Era un entramado de sombras y una forma absurda de algo que se cree alguien. 

No tenía miedo debajo de ella. Sólo podía escuchar voces filtradas entre la humedad y el latido:


Que te has ido
Adriana
Éstas
Adriana


No hay oficio de largarse. No hay oficio de luchar. Impávida despierto hacia la noche. Aún sigue la noche y nadie me toca.


Otras veces, vuelta al dolor, me encuentro con mi reflejo. La crepitación de un foco de 60 y la hinchazón de la cara me hacen parecer una caricatura de máscara de alguien que creo que soy. Me miro más de cerca, el dolor me ha infectado los ojos y la carne. Mi cara es cualquier papiro arrugado entre las manos.  Entre esos poros no hay luz. El dolor prescrito será por siempre y las noches, así, divididas, como si me negaran la tregua y los argumentos.


Siento que me miran. Alguien se acuesta a lado de mí y me observa con los ojos muy abiertos. Me mira esperando que lo mire y yo me mantengo cerrada. Quiero soñar y no verlo. Quiero extinguir el dolor. Pero el alguien me toca la entrepiena y toma entre sus dedos mi carne y la jala hacia su alguien y tengo que abrir los ojos. Entonces regresa el horror, la luz en el espejo, la desesperanza, las ganas de dormir y soñar las cosas creadoras de rictus. 

La paz.


"El paraíso para mí es un instante de paz"


Sueño a una anciana enterrando notas y zapatos gastados en la esquina del jardín. Me mira y me muestra cosas: cabellos de mujer en montones organizados; ropa interior antigua, pequeña, con las marcas de haber sido arrancada con violencia; una esponja llena de maquillaje; un nombre... un espacio. Me abre los ojos y me pregunta quién soy. Qué hago ahí. No sé dónde estoy, el cabello no es mío. Se acerca, me toca. No quiero que me toque, pero me toca y me introduce una pala pequeña de jardín en el abdómen, en el bajo vientre. Me entierra un círculo del tiempo que quiero ignorar.


Yo no soy esto.


La ropa está en apartados de plástico y cuelga de la pared. Hay ropa que no es mía en una casa que es mía. Hay un hombre que es seducido por la televisión y yo tiro algo que no quiero ver. Quisiera no ver el agua sucia y la serie de tetas que en ella están hundidas. Fotografías de mujeres antiguas y desnudas se postran sobre el presente. Caigo, de pronto no estoy en una superficie firme. Me golpeo y sangro, pero ella que sangra no soy yo. Ni siquiera sé si estoy mirando a quien sangra. Hay una ventana. Afuera el viento terroso embroma a las personas que pasean. Todos caminan sin cubrirse y tienen los ojos llenos de tierra, como si quisieran cargar el lodo.


Malos diagnósticos y de repente el dolor, el malestar. No poder estar sentada, parada, recostada... no poder tocarme... Nadie sabe qué soy ni para qué sigo aquí. Yo quisiera saber qué quiere salir.


Que salga y deje de intentarlo; sólo intentarlo.