Pueden imaginar a la ceguera sin espalda, con cuatro aspectos, coordinados de tal manera que nunca pueda ver a Dios. Tiene necesidad de alimentarse porque no se mantiene con el resplandor de la divina presencia. Está sujeta a las pasiones humanas normales, es decir, se transtorna por los efectos de las inclinaciones perversas y como consecuencia siente impulsos malignos.