Esto sí tengo que presumirlo, es el mejor halago, y el mejor acto de caballerosidad que me ha brindado un hombre en un microbus (¿en un micro?, ¡no lo puedo creer!)
Adriana toma su pesero. Se siente hasta la puta madre de cansacio, hartazgo y cruda. Calza sus infames zapatillas negras cuyo propósito esencial es que ella logre expiar sus pecados a través del dolor infinito que le provocan (aún espera acostumbrarse algún día para poder abandonar los converse). Tiene los ojos hinchados por la desvelada, la cruda y el llanto, está deprimida porque próximamente será su cumpleaños, y cual Funes, mira su muerte en la vejez de las carnes. Adriana trae en la mano dos libros gordos, una bolsa pesada y poca suerte. Adriana se para con las piernas abiertas para estabilizarse, pero el bamboleo es insoportable, luego, todo cambia.
Hombre maduro y guapo, perfumadito: ¿te quieres sentar?
A: (sonriendo) Muchas gracias, qué amable
HMGP: Por una sonrisa así te cedería mi ojos
A: ¡#"&/(=)/%$/=)?????????! (sonrisita pendeja, rubor y mirada abajo. Jamás volvió mirarlo)
Un tiempo después
HMGP: ¡Que Dios te bendiga, preciosa!
Adriana tenía el color rojo encendido que no puede evitar, por más que crece y envejece; le hervían las orejas... pensando que quizás pudo haber conquistado a un poeta.
2 comments:
Curioso, muy curioso. Lo único que recojo en los microbuses son tonadas persistentes, olores a tubo en las manos y uno que otro incidente de contactos impuros.
Vaya....que maravilloso poder tener esos tipos de encuentros en esos tipos de "lugares"
Besos y buenas sonrisas
Ciao
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