O los libros de lo inevitable

Wednesday, September 05, 2007

Etcétera

En mi rutina existen oficios ineludibles: lavarme los dientes, bañarme, darme unos retoques con las mágicas resanadoras de fisuras llamadas maquillaje, inventarme de nuevo una historia convincente para salir, etcétera. Pero hay uno que no puedo dejar de lado: leer y escribír todas las noches sin excepción, a expensas de mi ebriedad o mi desconsuelo puedo escribir largos tratados acerca de mis posibilidades en el día. Sin embargo siempre existe algo que logra que me desdiga de toda condición, quizá sean las palabras que siempre imprimen mucho más allá de las posibilidades o el simple enigma de venderme nuevas historias para emplear menos hartazgo en el funcionamiento adecuado del mundo.
Un día quiero aprehender las palabras de un hombre para sobrellevar el trecho lúgubre de la espera, pero no están al final del día, no están a través de sus ojos mirapieles, de sus ojos mirasenos, de sus ojos mirahombresnoserástú. Y entonces, en esos momentos me toma fuertemente la obsesión libresca y todos mis amantes toman forma en la métrica del verso o en la epifanía de la línea, pero vuelven a decirme que yo no seré acaso la maga o Emma, quizás de alguna manera jamás entenderé a Flora, o Beatriz... me pudro, inmarscesiblemente me conjugan de otras maneras a las cuales no podré acceder desde este rincón de sordidez. Es extraño saber que cuando los libros me olvidan accedo al silencio, entonces miro y vuelvo a mirar. Muchas veces he recorrido espacios largos, por horas, sin hallar la fuente de los placeres. Infinidad de veces he evitado llorar.... siempre lloro ante las cosas hermosas y hace tiempo no las encuentro en un museo. Espero a que reabran la exposición permanente de San Carlos y me siento hundida en ese mismo laberinto que siempre lleva a Dante o a Fernandez de Oviedo, el único en que sé soy yo. Extrañamente o cierta... me refugió en las pieles cuando incluso la música me abandona... he llorado tantas veces sintiéndo crecer la belleza entre mis piernas... he llorado tantas veces olvidándome del deseo... siempre digo: lo siento es que fue demasiado... siempre puedo encontrar las palabras para disculparme por sentir a pesar de que todo se transforme en esa taquicardia permanente.
Toda la rutina enaltece mi odio y mi premura, la conciencia de que quizá no pueda ser más de lo que quizá...
Etcétera.

2 comments:

El Gran Jesus said...

Nunca pidas disculpas por sentir, es el acto egoista más generoso de todos.

Anonymous said...

si lloras tanto tus lagrimas ya no caeran al suelo algun día.