O los libros de lo inevitable

Thursday, August 24, 2006

De cómo y por qué San Francisco eligió sus 12 compañeros a imitación de Jesucristo; uno de los cuales se ahorcó, como Judas

Soneto de autoría no dilucidada hasta el momento. Ad hoc al tiempo de los derrumbes terrestres y emocionales, clásicos del mes. Puesto en voz llorosa por la que esto escribe en honor a la nunca mejor amada literatura...

No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.

Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.

No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

2 comments:

Roberto Cruz Arzabal said...

Uno de los poemas más bellos de todos los tiempos. Oajlá que al menos la literatura pueda paliar tus alicaídos ánimos.

Besos.

EL PÁVIDO NÁVIDO said...

Preciosa ¿te he contado que diario le digo ese soneto al espejo?, ¿has escuchado la versión musicalizada del no me mueve mi dios para quererte, con un poco de salsa? Te lo juro, existe. Todos los besos que quieras.
El P.N.