Las torres de esta ceremonia proliferaron en la llanura de mi imaginación y vi cómo te abrías envuelta en llamas y cómo girabas contenida en el cuarzo de la inteligencia: un vórtice de fuego. Si tan sólo esa eclosión flamígera pudiera ser contenida y quedara en suspenso. Si el tiempo de tu sueño se detuviera y cupiera como la convulsión de una falena capturada en el hueco cálido de un puño imprecante, como la estria que graba la mirada de un demonio sobre la página en blanco de la realidad. Si así yo te tuviera en el instante justo en que la sombra desaparece del cuadrante, y en ese mediodía con el que tu despertar señala el instante del éxtasis y todo, menos tu mirada, fuera como la esencia del silencio absoluto y sólo ella hablara con esas palabras luminosas con que hablan las estrellas, las estrellas más inequívocamente lejanas; entonces yo poseería la clave del destino de los hombres (...) Me acerqué a ti. Tan cerca te miraba que tu aliento empañaba ese reflejo que soy en un espejo y la comprobación de mis sentidos se hacía turbia como un paisaje vislumbrado a través de un vidrio despulido. Alguien debió de haber escrito tu nombre en ese vaho.
Salvador Elizondo. El Hipogeo secreto.
1 comment:
Tengo que leer a ese señor... me quedé de a seis...
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