O los libros de lo inevitable

Monday, May 19, 2008

16. Par de libritos



Escrito por Antonio Skármeta e ilustrado por Alfonso Ruano.


Daniel recogió las llaves en el aire. El jeep partió y las madres se precipitaron a la calle, agarraron a sus hijos del cuello y los metieron en sus casas. Pedro se quedó cerca de la polvadera que levantó el jeep al partir.


-¿Por qué se lo llevaron?


Daniel hundió las manos en los bolsillos y apretó las llaves.


-Mi papá está contra la dictadura.


Pedro ya había escuchado eso de "contra la dictadura". Lo decía la radio por las noches, muchas veces. Pero no sabía muy bien qué quería decir.


-¿Qué significa eso?


Daniel miró la calle vacía y le dijo como en secreto:


Que quieren que el país sea libre. Que se vayan los militares del gobierno.


-¿Y por eso se los llevan presos? - preguntó Pedro


-Yo creo.
En el título se encuentra el desenlace del libro. Un militar llega a pedirles que escriban una composición sobre lo que los padres de cada uno hacen por las noches. El escrito es conmovedor. No dejen de leerlo.
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Gordas: Historia de una batalla.
De Isabel Velázquez.
Editado por Ríos de Tinta. (También hay una edición de CONACULTA)
V
Todas mis amigas son gordas. Con la intención de que vuelvan a dirigirme la palabra y de que sus nombres no queden manchados para siempre, procedo a matizar lo escrito. Corrijo: algunas de mis amigas son gordas. Invito a las antes aludidas a escaparse por la rendija de estas palabras y a seguir invitándome a sus fiestas. A cambio, no diré que han intentado hacer dieta durante veinte años, que se han planchado la panza, que han tomado anfetaminas recetadas por gordólogos y que evitan hacer el amor para que no les tiemble la parte de atrás de los muslos. Tampoco diré que juntas hemos perdido y recuperado unos doscientos cincuenta kilos promediados, ni que me mienten acerca de la talla de su pantalón, que vomitan para no engordar, que tienen el clóset lleno de ropa que no van a ponerse y que sienten en general un profundo y franco desprecio por su cuerpo. No voy a decirlo.
Médicas, maestras, ingenieras, actrices, abogadas, empresarias. Me honra contar como mis amigas a mujeres inteligentes. Pintan, cantan, tienen empresas, paren hijos, estudian maestrías y conquistan hombres. Ganan su pan, pagan su casa, no piden permiso para navegar por la vida, dicen lo que piensan, leen tratados de filosofía y conocen más del mundo que sus padres y sus abuelos, pero no son libres de comerse un bistec sin remordimientos. Yo podría preguntarme cómo curar el sida, cuál es el modelo matemático para acabar con la pobreza o cuál es el origen de la maldad y en cambio, desde hace tiempo regresa a mí una sola duda: ¿ Será casualidad? Tanto talento, tanta vida, tanta esperanza encadenada a la etiqueta de un vestido. Ellas son las más brillantes de mi generación y están marcadas en lo íntimo por un dolor constante. ¿Será que lo imagino todo?...
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No se lo pueden perder, mucho menos el de: Esta capa no sirve para volar.

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