O los libros de lo inevitable

Sunday, May 25, 2008

22. Jesús Betz

"Poner los pies en polvorosa"
" Bajar los brazos"
"Agarrar el paso"
"Cruzar los dedos"

Siempre detesté estas expresiones, desde mi más temprana edad, porque nunca tuve ni brazos ni piernas. Me llamo Jesús Betz. El hombre- tronco. Así me puso Mademoiselle Betz, mi madre, el día que nací, el 24 de diciembre de 1894, a la media noche. "Pedacito de mi vida" "Mi amorcito". Su "Jesusito" acababa de nacer.


Mamá, aquí está mi vida en treinta y tres fechas que castañean, crujen, suenan o rechinan como las tantas vértebras sin las cuales yo no sería más que una cabeza. Un puñetazo en un cielo de tormenta, encima de un mundo brutal.

No te guardo rencor, mamá. Dicto esta carta para ti porque hoy estoy feliz y orgulloso. Me mantengo recto como una "i" y mi cabeza es el punto.

El 13 de abril de 1898, traes al mundo a tu segundo hijo. Mi hermano Willy, él sí aprieta sus pequeños puños alrededor de un manubrio invisible y pedalea con sus miembros inferiores. El "nene" normal tan esperado. Por supuesto, de padre desconocido, como yo. Serás la jardinera de un espinoso árbol ginecológico muy complicado.

El 13 de septiembre de 1899, me inscribes en el coro de Nantucket. Es la revelación. Mi voz de soprano hace maravillas. No me dejará jamás.


17 de diciembre de 1903: doce segundos por los aires. Es el primer vuelo de los hermanos Wright en su biplano motorizado.


Nunca he podido contar con los dedos. En cambio, mi memoria para las fechas sigue siendo infalible.

También recuerdo muy bien esa mañana del 21 de noviembre de 1905 cuando el agua se helaba en las cubetas de nuestra choza pestilente. Willy comienza a hacer pequeños trabajos. Tú declaras que soy una verdadera carga.

Veo a un hombre golpear a un niño el 3 de febrero de 1907. Me aterrorizo.

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Fred Bernard & Francois Roca

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