Existen tantas formas de explicarnos de qué manera convenimos seguir aquí... Por mi parte, toda la vida he estado convencida de ciertas cosas que bien pudieran ser argumentos de alguien que ha perdido la razón. Nunca he estado con una persona durante cierto tiempo convenido si no es por que dentro de mi existe algo que me dicta debo hacerlo, esto no es nada parecido a una razón de mero convencimiento corporal o idealista, siempre he sabido que conozco a las personas exactas en el momento preciso. A veces puede hacerme enloquecer que las expectativas que he tenido sobre ciertos seres que se han atravesado por mi vida no sean, precisamente las que desde mi lado humano se resuelven.
La reencarnación ha sido uno de los contenidos preferidos de los amantes del esoterismo. Siempre me he considerado un tanto incrédula acerca de ciertos temas, pero como todo en lo que creo, es ciertamente más sencillo sostener alguna noción más bien justificadora de ciertos momentos inexplicables. Existen episodios en mi vida que ciertamente no podría asumir de no ser por aquellos argumentos que resultan de poner a discutir lo que pasa oníricamente, lo que pasa internamente y aquellas pocas nociones mentales que pudieran lograr relacionar argumentos tan disímiles. Desde hace mucho tiempo me despierto a escribir, la escritura es algo de lo que no puedo prescindir, la literaturización de los actos inexplicables me resulta completamente delicioso, la suerte de paz interior que se resuelve al leer la ficcionalización de un lapso anómalo es lo mejor para mí.
Sobre la reencarnación me gustaría asumir solamente un par de cosas, estoy convencida de que existe, sé que muchas personas que ahora están en mi registro mental han pasado conmigo algún lapso de tiempo en otra vida, sé también que las personas que no he conocido antes, no me agradan la mayor parte de las veces. Por eso me cagan los psiquiatras y los psicólogos, están tan racionalmente convencidos de que las afecciones mentales pertenecen sólo al rango de los grupos. Si vives algo individualmente ¿cómo convences al otro de que es verdad? Tal vez la pregunta no deba estar basada en el verbo convencer, en primer lugar, más bien sería algo como dar cuenta (bien filosóficos) de que existe algo que tal vez nunca podamos entender como generalidad. Mi afición a la historia de las religiones no es gratuita, trato de encontrar argumentos medianamente colectivos que sean capaces de aminorar la desesperación que se vive al tratar de explicar lo que debe ser explicado. He visto a la gente morir las veces necesarias como para no querer volver a verlo, la última fue el 19 de abril de 2005, un terrible momento que tenía que llegar precisamente en ese grado de sensibilidad en que me encontraba, la otra que no sé si murió fue la noche anómala del 5 de Octubre del mismo año, un hombre me dijo Señorita, a usted la estaba esperando, anoche me dijo diosito que me la iba a encontrar... Estaba completamente ebrio, no sé, ¿por qué tuvo que decir eso?
(Gracias a la bellísima ficcionalización del buen Dj Melvin )pude pasar por alto fácilmente ese suceso, aunque por más que pueda pasar por alto ese tipo de cosas, no dejan de martillarme lo muchos por qué que suceden al acontecimiento, tal vez cualquiera que se dedique a las artes ocultas estaría sumamente feliz de que le ocurriera, pero ciertamente, yo no, soy demasiado débil para ello.
No me voy a afiliar a los partidarios de Dios, el cielo y el infierno me son indiferentes, la espada de Madhok atravesándome no es algo que me intimide; el juicio de Visnú, ¡caray!, ni siquiera entraría en mi catálogo. El río de las almas, la idea de que todos los seres humanos poseen esa divina posibilidad de transformarse y reencontrarse me convence lo necesario.
Hoy conocí a un niño que todavía no tenía un año. Cuando lo vi con su madre estaba llorando. Me acerqué a saludar. El niño paró de llorar, y me sonrió (¡!) y me hizo las señas que hacen los niños para que los cargues, en ese momento pensé (¿cómo puede ser esto posible? Todos los pequeños que he conocido casi lloran nomás de verme (no los culpo, no los culpo) Cuando lo cargué el monstruo se puso de lo mejor, en ese momento nos miramos a los ojos y extrañamente así pasaron algunos segundo... en ese momento no pensé nada, pero cuando tenía que irme y se volvió a echar a llorar lo abracé y sentí que su mirada me era tan familiar que hasta ahora no puedo dejar de pensar en la profundidad de sus pupilas, sobra decir que cada que intentaba irme se ponía a llorar como desesperado, y terminé platicando con Lilia en la puerta de mi casa mientras él se dormía.
Mis demonios y yo consideramos dos posibilidades para explicar esto: 1. Me está entrando el sentimiento maternal y él lo sintió (si es así, ya me chingué) y 2. Fue mi reencuentro con alguien a quien quise mucho en otro tiempo, me era tan familiar su manera de mirar que creo que me daría miedo volver a encontrarlos.
Y pues, no pretendo que se afilien al club de los que se convencen de reencarnar, tal vez es la mejor chaqueta mental que se pudo haber inventado en el mundo. Pero si es así ¿ Por que las antiguas civilizaciones se explicaron de esa manera tantas cosas? Debe existir algo de verdad en un saber colectivo ¿no?
Después de contárselo a la única persona a quien sé que conozco desde otras muchas vidas antes (Jorge) no puedo más que sentir una inmensa paz. Gracias a mis demonios, siempre llegan las personas adecuadas en el momento preciso, esta vez le tocó a Iván (el niño).
Y gracias Jorge por estar, por jalarme las orejas cuando es necesario.
La reencarnación ha sido uno de los contenidos preferidos de los amantes del esoterismo. Siempre me he considerado un tanto incrédula acerca de ciertos temas, pero como todo en lo que creo, es ciertamente más sencillo sostener alguna noción más bien justificadora de ciertos momentos inexplicables. Existen episodios en mi vida que ciertamente no podría asumir de no ser por aquellos argumentos que resultan de poner a discutir lo que pasa oníricamente, lo que pasa internamente y aquellas pocas nociones mentales que pudieran lograr relacionar argumentos tan disímiles. Desde hace mucho tiempo me despierto a escribir, la escritura es algo de lo que no puedo prescindir, la literaturización de los actos inexplicables me resulta completamente delicioso, la suerte de paz interior que se resuelve al leer la ficcionalización de un lapso anómalo es lo mejor para mí.
Sobre la reencarnación me gustaría asumir solamente un par de cosas, estoy convencida de que existe, sé que muchas personas que ahora están en mi registro mental han pasado conmigo algún lapso de tiempo en otra vida, sé también que las personas que no he conocido antes, no me agradan la mayor parte de las veces. Por eso me cagan los psiquiatras y los psicólogos, están tan racionalmente convencidos de que las afecciones mentales pertenecen sólo al rango de los grupos. Si vives algo individualmente ¿cómo convences al otro de que es verdad? Tal vez la pregunta no deba estar basada en el verbo convencer, en primer lugar, más bien sería algo como dar cuenta (bien filosóficos) de que existe algo que tal vez nunca podamos entender como generalidad. Mi afición a la historia de las religiones no es gratuita, trato de encontrar argumentos medianamente colectivos que sean capaces de aminorar la desesperación que se vive al tratar de explicar lo que debe ser explicado. He visto a la gente morir las veces necesarias como para no querer volver a verlo, la última fue el 19 de abril de 2005, un terrible momento que tenía que llegar precisamente en ese grado de sensibilidad en que me encontraba, la otra que no sé si murió fue la noche anómala del 5 de Octubre del mismo año, un hombre me dijo Señorita, a usted la estaba esperando, anoche me dijo diosito que me la iba a encontrar... Estaba completamente ebrio, no sé, ¿por qué tuvo que decir eso?
(Gracias a la bellísima ficcionalización del buen Dj Melvin )pude pasar por alto fácilmente ese suceso, aunque por más que pueda pasar por alto ese tipo de cosas, no dejan de martillarme lo muchos por qué que suceden al acontecimiento, tal vez cualquiera que se dedique a las artes ocultas estaría sumamente feliz de que le ocurriera, pero ciertamente, yo no, soy demasiado débil para ello.
No me voy a afiliar a los partidarios de Dios, el cielo y el infierno me son indiferentes, la espada de Madhok atravesándome no es algo que me intimide; el juicio de Visnú, ¡caray!, ni siquiera entraría en mi catálogo. El río de las almas, la idea de que todos los seres humanos poseen esa divina posibilidad de transformarse y reencontrarse me convence lo necesario.
Hoy conocí a un niño que todavía no tenía un año. Cuando lo vi con su madre estaba llorando. Me acerqué a saludar. El niño paró de llorar, y me sonrió (¡!) y me hizo las señas que hacen los niños para que los cargues, en ese momento pensé (¿cómo puede ser esto posible? Todos los pequeños que he conocido casi lloran nomás de verme (no los culpo, no los culpo) Cuando lo cargué el monstruo se puso de lo mejor, en ese momento nos miramos a los ojos y extrañamente así pasaron algunos segundo... en ese momento no pensé nada, pero cuando tenía que irme y se volvió a echar a llorar lo abracé y sentí que su mirada me era tan familiar que hasta ahora no puedo dejar de pensar en la profundidad de sus pupilas, sobra decir que cada que intentaba irme se ponía a llorar como desesperado, y terminé platicando con Lilia en la puerta de mi casa mientras él se dormía.
Mis demonios y yo consideramos dos posibilidades para explicar esto: 1. Me está entrando el sentimiento maternal y él lo sintió (si es así, ya me chingué) y 2. Fue mi reencuentro con alguien a quien quise mucho en otro tiempo, me era tan familiar su manera de mirar que creo que me daría miedo volver a encontrarlos.
Y pues, no pretendo que se afilien al club de los que se convencen de reencarnar, tal vez es la mejor chaqueta mental que se pudo haber inventado en el mundo. Pero si es así ¿ Por que las antiguas civilizaciones se explicaron de esa manera tantas cosas? Debe existir algo de verdad en un saber colectivo ¿no?
Después de contárselo a la única persona a quien sé que conozco desde otras muchas vidas antes (Jorge) no puedo más que sentir una inmensa paz. Gracias a mis demonios, siempre llegan las personas adecuadas en el momento preciso, esta vez le tocó a Iván (el niño).
Y gracias Jorge por estar, por jalarme las orejas cuando es necesario.
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